Si alguien quiere imaginar un lugar remoto de Nicaragua, perdido en la incierta geografía de las selvas de la costa del Caribe, no hay mejor ejemplo que El Cortezal. Para llegar hasta allí, el periodista Carlos Salinas tuvo que hacer un viaje de cuatro horas desde el mineral de Rosita, donde no hay aeropuerto, a bordo de una camioneta que debía capear zanjas y piedras, y luego tres horas más a pie, a veces atravesando ríos, en media montaña. Aquí fue donde literalmente el diablo perdió el poncho.