Hace un año, la noche del 2 de marzo, asesinos a sueldo irrumpieron en la casa donde vivía la luchadora social y dirigente indígena Berta Cáceres, y abrieron fuego acabando con su vida. El único testigo del asesinato, el sociólogo y ambientalista Gustavo Castro, sobrevivió al atentado. Doce meses después, el manto de la impunidad sigue cubriendo el crimen.