El peor error es el que no se reconoce. Es quizá el único que desde la buena fe no puede perdonarse. Y hay mucho de esto tras de la derrota del PSOE. Duele verle deambulando, desarmado y herido, desprovisto de aquello que le ha hecho imbatible durante 136 años y que no es otra cosa que su identidad, su alma.