18
Diciembre
2015
Colombia | Sociedad | DERECHOS

La invasión de los Estados Unidos a Panamá

En Montevideo, Gerardo Iglesias
El 20 de diciembre de 1989, miles de soldados despachados por el presidente de Estados Unidos George W Bush invadían Panamá. En pocos días, el país sería sometido a sangre y fuego.
La excusa de la intervención eran los vínculos con el narcotráfico y los pésimos modales democráticos del general Manuel Antonio Noriega, en el poder desde 1983.

Las justificaciones para la operación “Justa Causa” –así se llamó– resultaban poco creíbles.

Noriega era un antiguo agente de la CIA, y la agencia de inteligencia norteamericana estaba perfectamente al tanto de las frecuentaciones non sanctas del general.

Y de sus “malos modales” ni hablar que los conocía: Noriega había pasado por la Escuela de las Américas, el principal centro de formación de genocidas de la región, gestionado por Estados Unidos.  
Pero una vez llegado al poder el general se convirtió en un hombre molesto para el antiguo amo. Sacarlo de en medio se convirtió en prioridad para Washington, como prioridad había sido en 1983, para otro presidente republicano, Ronald Reagan, liquidar a la pequeñísima isla rebelde de Granada, que había intentado una revolución a las puertas del imperio.

En seis años Estados Unidos invadiría dos países.

La intervención en Panamá fue particularmente sangrienta. Nunca se sabrá con exactitud el número de muertos. Se habla de un mínimo de 600, y algunas fuentes lo hacen trepar hasta 3.000.

Hubo bombardeos a zonas residenciales, como el barrio El Chorrillo, que fue literalmente destruido.

El Pentágono habló de “daños colaterales”. La invasión sirvió a Estados Unidos para probar armas de última generación, incluidos los aviones “fantasma” Stealth F-117, utilizados por primera vez.

Tan impresentable resultó la operación que hasta la OEA la condenó.

Rubén Blades escribió y canta la canción 20 de diciembre y como él bien dice: ¡Prohibido Olvidar!