23
Febrero
2017
Unilever no se vende y sus acciones se desploman
Las idas y venidas del capitalismo financiero
En Montevideo, Daniel Gatti
Ilustración: Rel-UITA
El gigante de la alimentación estadounidense Kraft Heinz ofertó 143.000 millones de dólares por la compra del grupo de consumo angloholandés Unilever. Este estimó que el monto era escaso y Kraft se retiró de manera inesperada. Resultado: las acciones de Unilever perdieron 8 por ciento en un solo día.
Fuentes del caso citadas por la agencia de prensa británica Reuters señalaron que “Kraft no esperaba encontrar la resistencia que recibió del presidente ejecutivo de Unilever, Paul Polman, quien rechazó la oferta diciendo que no tenía valor financiero o estratégico”.
Al parecer, Polman estimó que la prima ofrecida por Kraft, de 18 por ciento, era una burla para los accionistas del fabricante del té Lipton, los jabones Dove o lasa sopas Knorr.
El viernes pasado, cuando parecía que la compra-venta iba a concretarse, los títulos de Unilever habían aumentado 13 por ciento en la bolsa de Londres. Tres días después, el lunes 20, perdían 8 por ciento de su valor.
No sólo Unilever no había demostrado interés en ser comprada. Tampoco la jefa del gobierno británico, la conservadora y liberal Theresa May, había visto con simpatía el asunto.
Cuando se enteró, dijo que las empresas de su país deberían contar con mayores protecciones para evitar que pudieran ser adquiridas de un plumazo desde el extranjero.
La idea de Kraft era constituir un megagrupo de bienes de consumo, lo que hubiera dado lugar a la mayor operación de compra de una firma basada en el Reino Unido.
Al parecer, Polman estimó que la prima ofrecida por Kraft, de 18 por ciento, era una burla para los accionistas del fabricante del té Lipton, los jabones Dove o lasa sopas Knorr.
El viernes pasado, cuando parecía que la compra-venta iba a concretarse, los títulos de Unilever habían aumentado 13 por ciento en la bolsa de Londres. Tres días después, el lunes 20, perdían 8 por ciento de su valor.
No sólo Unilever no había demostrado interés en ser comprada. Tampoco la jefa del gobierno británico, la conservadora y liberal Theresa May, había visto con simpatía el asunto.
Cuando se enteró, dijo que las empresas de su país deberían contar con mayores protecciones para evitar que pudieran ser adquiridas de un plumazo desde el extranjero.
La idea de Kraft era constituir un megagrupo de bienes de consumo, lo que hubiera dado lugar a la mayor operación de compra de una firma basada en el Reino Unido.
Concentración y arrogancia
“Los ricos estamos ganando la guerra”
Pero detrás de estas operaciones, exitosas o fracasadas, de fusión entre megaempresas, están las pequeñas o grandes historias de quienes las integran y quienes las padecen.
Entre los accionistas del grupo estadounidense figuran el fondo de capital de riesgo brasileño 3G, del financista Jorge Lemann, y el multimillonario Warren Buffet.
Buffet, además de su dinero, se hizo famoso años atrás por haber dicho, con agudo realismo, o acendrado cinismo, que “la guerra de clases existe y nosotros los ricos la estamos ganando”, para a renglón seguido reclamar, cosa de que a los pobres las cosas les parezcan un poco menos terribles, que los ricos como él paguen un poco más de impuestos y los clasemedieros como su secretaria un poco menos.
Con su holding Berkshire Hathway, Buffet hizo también famosas las siglas ZBB, por “Zero-Base-Budgeting”, que en claro representan las exigencias que el estadounidense y sus socios imponen a las empresas que adquieren: que partan de cero y ajusten al máximo sus presupuestos, es decir que revean a la baja los sueldos de sus trabajadores.
Berkshire Hathway y 3G compraron Kraft hace año y medio y desde entonces, recuerda el diario español El Mundo, la reestructuraron para hacerla “rentable”. Su receta: despidieron al 10 por ciento de sus trabajadores.
De esa manera, pudieron alcanzar el objetivo que se habían fijado: obtener un margen operativo de 23 por ciento. Los de Unilever son del 15 por ciento.
Visto desde ese ángulo, los trabajadores de Unilever pueden respirar tranquilos por el fracaso de la operación. ¿O no?
Entre los accionistas del grupo estadounidense figuran el fondo de capital de riesgo brasileño 3G, del financista Jorge Lemann, y el multimillonario Warren Buffet.
Buffet, además de su dinero, se hizo famoso años atrás por haber dicho, con agudo realismo, o acendrado cinismo, que “la guerra de clases existe y nosotros los ricos la estamos ganando”, para a renglón seguido reclamar, cosa de que a los pobres las cosas les parezcan un poco menos terribles, que los ricos como él paguen un poco más de impuestos y los clasemedieros como su secretaria un poco menos.
Con su holding Berkshire Hathway, Buffet hizo también famosas las siglas ZBB, por “Zero-Base-Budgeting”, que en claro representan las exigencias que el estadounidense y sus socios imponen a las empresas que adquieren: que partan de cero y ajusten al máximo sus presupuestos, es decir que revean a la baja los sueldos de sus trabajadores.
Berkshire Hathway y 3G compraron Kraft hace año y medio y desde entonces, recuerda el diario español El Mundo, la reestructuraron para hacerla “rentable”. Su receta: despidieron al 10 por ciento de sus trabajadores.
De esa manera, pudieron alcanzar el objetivo que se habían fijado: obtener un margen operativo de 23 por ciento. Los de Unilever son del 15 por ciento.
Visto desde ese ángulo, los trabajadores de Unilever pueden respirar tranquilos por el fracaso de la operación. ¿O no?