01
Noviembre
2016
La vida por la economía
Diego Faraone Convenio Brecha – Rel-UITA
Foto: tomada de la galería del Hotel Embajador, Santo Domingo, República Dominican
"Me matan si no trabajo y si trabajo me matan"
Daniel Viglietti
Karoshi es un término japonés utilizado para referirse a la muerte por exceso de trabajo. El primer caso registrado tuvo lugar en 1969, cuando un muchacho de 29 años sufrió una apoplejía como consecuencia de haber acumulado demasiadas responsabilidades en el departamento de distribución de envíos de uno de los diarios más grandes del país.
Pero el término recién fue acuñado a partir del año 1978, luego de una seguidilla de ataques al corazón y derrames cerebrales ocasionados también por la sobrecarga laboral.
Pasaría a ser de uso común a fines de los años ochenta, luego de que varios altos ejecutivos murieran repentinamente, sin síntomas previos de enfermedades; en ese momento, ciertos organismos estatales comenzaron a recopilar estadísticas al respecto.
Hoy el karoshi ha alcanzado las proporciones de una epidemia. Según el Ministerio de Trabajo de Japón, en 2015 el número de víctimas alcanzaba a las 2.310 personas.
Pero el Consejo Nacional de Defensa de las Víctimas de Karoshi aporta una cifra mucho mayor, señalando que pueden llegar a las 10.000 anuales, número semejante al de los fallecidos en accidentes de tránsito.
En estos días el tema vuelve una vez más al centro de la discusión. Matsuri Takahashi, una muchacha de 24 años, entró a trabajar en la compañía de publicidad Dentsu en abril de 2015, luego de graduarse en la Universidad de Tokio.
Siete meses después se suicidaba saltando por el balcón de un edificio de su compañía.
Pasaría a ser de uso común a fines de los años ochenta, luego de que varios altos ejecutivos murieran repentinamente, sin síntomas previos de enfermedades; en ese momento, ciertos organismos estatales comenzaron a recopilar estadísticas al respecto.
Hoy el karoshi ha alcanzado las proporciones de una epidemia. Según el Ministerio de Trabajo de Japón, en 2015 el número de víctimas alcanzaba a las 2.310 personas.
Pero el Consejo Nacional de Defensa de las Víctimas de Karoshi aporta una cifra mucho mayor, señalando que pueden llegar a las 10.000 anuales, número semejante al de los fallecidos en accidentes de tránsito.
En estos días el tema vuelve una vez más al centro de la discusión. Matsuri Takahashi, una muchacha de 24 años, entró a trabajar en la compañía de publicidad Dentsu en abril de 2015, luego de graduarse en la Universidad de Tokio.
Siete meses después se suicidaba saltando por el balcón de un edificio de su compañía.
En su cuenta de Twitter, la trabajadora dejaba clara constancia de las razones de su decisión: “Otra vez tengo que trabajar sábado y domingo. Sinceramente, me quiero morir”, y “Mi cuerpo y mi mente están totalmente destrozados”, fueron algunos de sus últimos mensajes.
Una inspección de trabajo certificó que en el mes anterior a su muerte Matsuri había llegado a trabajar 103 horas extra.
En una conferencia de trabajo realizada en el Ministerio de Salud, la madre de la chica contó que su hija había sido maltratada por sus jefes, que la hostigaban por su falta de femineidad por no peinarse, y le reprochaban que tuviese los ojos rojos por falta de sueño.
Acoso hasta la muerte
Trabajo, luego existo
“Es extremadamente inaceptable que un empleado duerma dos horas al día por exceso de trabajo, como parece que ocurrió. Pero por desgracia es una práctica que puede considerarse demasiado habitual en las empresas japonesas”, explicó a la agencia Efe Syozo Yamada, profesor de derecho laboral de la Universidad de Chuo, en Tokio.
“Tradicionalmente en Japón el trabajo no se ha entendido como una carga sino como una virtud. Además todavía existe la idea de que la lealtad a la empresa es la total dedicación al trabajo, fuera de horario e incluso los fines de semana”, dijo.
Esta idea explicaría en parte la generalizada buena predisposición al trabajo excesivo, e incluso la existencia de leyes muy débiles y flexibles en cuanto a la regulación de las jornadas laborales.
Efe informa que en Japón –tercera economía mundial– el sistema de horas extra es de los más baratos del mundo, por lo que las empresas tienden a sobrecargar a sus trabajadores en lugar de contratar nuevos empleados.
Para colmo, en promedio los japoneses usan sólo el 40 por ciento de la licencia que les corresponde, y cuando un trabajador se toma días libres es costumbre que se disculpe con sus colegas; existe la creencia extendida de que si un japonés se toma todos los días libres que le corresponden sembrará resentimiento entre sus compañeros.
Si bien el gobierno ha manifestado su preocupación por el asunto, las medidas que hasta el momento viene tomando son prácticamente irrisorias.
“Tradicionalmente en Japón el trabajo no se ha entendido como una carga sino como una virtud. Además todavía existe la idea de que la lealtad a la empresa es la total dedicación al trabajo, fuera de horario e incluso los fines de semana”, dijo.
Esta idea explicaría en parte la generalizada buena predisposición al trabajo excesivo, e incluso la existencia de leyes muy débiles y flexibles en cuanto a la regulación de las jornadas laborales.
Efe informa que en Japón –tercera economía mundial– el sistema de horas extra es de los más baratos del mundo, por lo que las empresas tienden a sobrecargar a sus trabajadores en lugar de contratar nuevos empleados.
Para colmo, en promedio los japoneses usan sólo el 40 por ciento de la licencia que les corresponde, y cuando un trabajador se toma días libres es costumbre que se disculpe con sus colegas; existe la creencia extendida de que si un japonés se toma todos los días libres que le corresponden sembrará resentimiento entre sus compañeros.
Si bien el gobierno ha manifestado su preocupación por el asunto, las medidas que hasta el momento viene tomando son prácticamente irrisorias.
En 2015 el Poder Ejecutivo imponía que los trabajadores hicieran uso de por lo menos cinco días de vacaciones al año, o sea, menos de un tercio de los que en realidad les corresponden.
De acuerdo a un artículo de la BBC Mundo, si un juez determina que alguien murió como consecuencia de karoshi, su familia recibe una indemnización de unos 20.000 dólares por parte del gobierno y pagos de hasta 1,6 millones por parte de la compañía en la que la víctima trabajó.
Es decir, hay compensación pero no prevención: las medidas tienen lugar cuando ya es demasiado tarde.
Los estudiosos del fenómeno señalan que se está extendiendo a otros países asiáticos, como India y Corea del Sur, y en China ya es una auténtica plaga. Según estima la emisora Radio Internacional, de China, cerca de 1.600 chinos mueren cada día por causas laborales.