03
Agosto
2017
La nueva derecha se inspira en la vieja izquierda
Raúl Zibechi
Foto: tn.com
La crisis política brasileña, que se arrastra desde las gigantescas movilizaciones de junio de 2013, tuvo la particularidad de hacer visible a una nueva derecha capaz de llenar las calles con miles y hasta millones de manifestantes, en el tramo final del proceso que llevó a la destitución de Dilma Rousseff, entre 2015 y 2016.
Recordemos, brevemente, lo sucedido en 2013. Convocados por el Movimiento Passe Livre (MPL) y coincidiendo con la celebración de la Copa de las Confederaciones, varios miles de personas se manifestaron en varias ciudades en contra del aumento del precio del transporte.
El servicio era, y sigue siendo, pésimo, abarrotado y caro, lo que obliga a los trabajadores a pasar horas encima de autobuses para llegar a sus trabajos y centros de estudio o para retornar a sus casas.
La brutal represión de la Policía Militar a los jóvenes que protestaban, llevó a la calle a cientos de miles en solidaridad y en contra de la siempre violenta intervención policial.
En pocos días de junio, alrededor de 20 millones de personas llenaron las calles de 353 ciudades, pero la protesta se extendió del transporte a un reclamo en contra de la desigualdad, allí donde los ricos se transportan en helicópteros, como Sao Paulo.
La reacción del gobierno y del PT fue negativa, desestimando las mayores movilizaciones en dos décadas, desde el proceso que llevó a la Constitución de 1988.
Ese vacío fue llenado por una nueva derecha, que empezó a ocupar masivamente las calles desde el 20 de junio, que protagonizó la llamada Revuelta de los Coxinhas (término peyorativo para referirse a varones blancos de clase media alta, engreídos).
Lo cierto es que decenas de miles de coxinhas con la bandera de Brasil y los colores verdeamarelho desembarcaron en las marchas, agredieron y expulsaron a quienes portaban símbolos de izquierda y tomaron el control de las manifestaciones.
El servicio era, y sigue siendo, pésimo, abarrotado y caro, lo que obliga a los trabajadores a pasar horas encima de autobuses para llegar a sus trabajos y centros de estudio o para retornar a sus casas.
La brutal represión de la Policía Militar a los jóvenes que protestaban, llevó a la calle a cientos de miles en solidaridad y en contra de la siempre violenta intervención policial.
En pocos días de junio, alrededor de 20 millones de personas llenaron las calles de 353 ciudades, pero la protesta se extendió del transporte a un reclamo en contra de la desigualdad, allí donde los ricos se transportan en helicópteros, como Sao Paulo.
La reacción del gobierno y del PT fue negativa, desestimando las mayores movilizaciones en dos décadas, desde el proceso que llevó a la Constitución de 1988.
Ese vacío fue llenado por una nueva derecha, que empezó a ocupar masivamente las calles desde el 20 de junio, que protagonizó la llamada Revuelta de los Coxinhas (término peyorativo para referirse a varones blancos de clase media alta, engreídos).
Lo cierto es que decenas de miles de coxinhas con la bandera de Brasil y los colores verdeamarelho desembarcaron en las marchas, agredieron y expulsaron a quienes portaban símbolos de izquierda y tomaron el control de las manifestaciones.
Mismo collar, distinto perro
Cómo cambia de sentido la protesta
A diferencia de la vieja derecha católica, oligárquica y conservadora que se expresó contra el gobierno de Joao Goulart, preparando el golpe de 1964, esta nueva derecha se presenta con otros rasgos.
No defiende a partidos políticos, se recluta entre la clase media alta (con ingresos de más de cinco salarios mínimos), acepta el aborto, el matrimonio igualitario y la despenalización de la mariguana, pero se opone a las cuotas para estudiantes negros en las universidades y rechaza políticas sociales como Bolsa Familia.
Se trata de una nueva derecha militante, que ya antes de 2013 había ganado centros de estudiantes en importantes universidades públicas (como la de Brasilia), donde antes se imponía la izquierda con facilidad.
Esta nueva derecha tiene experiencia en la conducción de masas, en el mismo período en que la militancia de izquierda abandonaba la calle y se vuelca hacia el Estado.
En 2014 esa derecha crea grupos como Movimento Brasil Livre (MBL), Vem Pra Rua y Revoltados On Line.
Los nombres y siglas o fueron elegidos al azar, ya que tienen empatía con los nombres de las organizaciones populares y se relacionan con la cultura juvenil que se expresa en las redes sociales.
Lo cierto es que la “cultura de protesta” de esta nueva derecha consiguió, por primera vez en la historia reciente de Brasil, desplazar durante más de dos años a la izquierda de las calles usando, como argumento central, el combate a la corrupción que habría caracterizado a los gobiernos del PT.
Sin embargo, una vez que consiguió la destitución de Dilma Rousseff (en agosto de 2016), la nueva abandonó las calles de forma oportunista, ya que el actual presidente Michel Temer está acusado de corrupción, algo que nunca le ocurrió a la ex presidenta.
Este año los movimientos de la nueva derecha desistieron de convocar acciones de calle cuando Temer fue grabado por el empresario Joesley Batista, uno de los dueños de la transnacional de la carne JBS, apoyando acciones corruptas.
Por el contrario, un reportaje de Folha de Sao Paulo (24 de julio de 2017), asegura que muchos dirigentes del MBL “vienen ganando cargos en las grandes ciudades”.
En las elecciones municipales del año pasado, el MBL lanzó candidatos en varios municipios, sobre todo en Porto Alegre, Goiânia, Caxias do Sul y São José dos Campos. Según el diario conservador, los cargos relevados tienen un perfil de “jóvenes profesionales volcados a la carrera pública”.
Una diferencia con la izquierda tradicional es que estos militantes de la derecha se han colgado de diversas siglas electorales, rehuyendo la identificación con un solo partido.
No defiende a partidos políticos, se recluta entre la clase media alta (con ingresos de más de cinco salarios mínimos), acepta el aborto, el matrimonio igualitario y la despenalización de la mariguana, pero se opone a las cuotas para estudiantes negros en las universidades y rechaza políticas sociales como Bolsa Familia.
Se trata de una nueva derecha militante, que ya antes de 2013 había ganado centros de estudiantes en importantes universidades públicas (como la de Brasilia), donde antes se imponía la izquierda con facilidad.
Esta nueva derecha tiene experiencia en la conducción de masas, en el mismo período en que la militancia de izquierda abandonaba la calle y se vuelca hacia el Estado.
En 2014 esa derecha crea grupos como Movimento Brasil Livre (MBL), Vem Pra Rua y Revoltados On Line.
Los nombres y siglas o fueron elegidos al azar, ya que tienen empatía con los nombres de las organizaciones populares y se relacionan con la cultura juvenil que se expresa en las redes sociales.
Lo cierto es que la “cultura de protesta” de esta nueva derecha consiguió, por primera vez en la historia reciente de Brasil, desplazar durante más de dos años a la izquierda de las calles usando, como argumento central, el combate a la corrupción que habría caracterizado a los gobiernos del PT.
Sin embargo, una vez que consiguió la destitución de Dilma Rousseff (en agosto de 2016), la nueva abandonó las calles de forma oportunista, ya que el actual presidente Michel Temer está acusado de corrupción, algo que nunca le ocurrió a la ex presidenta.
Este año los movimientos de la nueva derecha desistieron de convocar acciones de calle cuando Temer fue grabado por el empresario Joesley Batista, uno de los dueños de la transnacional de la carne JBS, apoyando acciones corruptas.
Por el contrario, un reportaje de Folha de Sao Paulo (24 de julio de 2017), asegura que muchos dirigentes del MBL “vienen ganando cargos en las grandes ciudades”.
En las elecciones municipales del año pasado, el MBL lanzó candidatos en varios municipios, sobre todo en Porto Alegre, Goiânia, Caxias do Sul y São José dos Campos. Según el diario conservador, los cargos relevados tienen un perfil de “jóvenes profesionales volcados a la carrera pública”.
Una diferencia con la izquierda tradicional es que estos militantes de la derecha se han colgado de diversas siglas electorales, rehuyendo la identificación con un solo partido.
Partidos veletas
Hoy aquí, mañana allá
Entre ellos, se ha podido constatar su vinculación a partidos actualmente oficialistas: el PMDB (del presidente Temer, que tiene muchos parlamentarios acusados de corrupción), el PSDB de Fernando Hernique Cardoso, el derechista DEM y el Partido Republicano Brasileño (PRB) orientado hacia los evangélicos.
Algunos de estos partidos, como el PRB y el PMDB, formaron parte de los gobiernos de Lula y Dilma, para darles la espalda cuando arreció la oleada conservadora, lo que revela su escasa consistencia.
Aunque la derecha conquistó el gobierno, los estudios de opinión pública vienen mostrando que hay un fuerte repunte de las ideas y actitudes de izquierda entre la población, y una caída de las posiciones afines a la derecha.
El instituto Datafolha mostró en junio que por primera vez desde 2013, las propuestas de izquierda superan en simpatías a las de la derecha.
En este punto, observamos dos tendencias que se confirman en los últimos años. La primera, es que a nueva derecha actuó de forma similar a la vieja izquierda, usando la movilización popular como medio para acceder a cargos estatales para, al llegar arriba, modificar sus propuestas en aras del pragmatismo y el posibilismo.
La segunda, es que la movilización tiene una capacidad –inigualada por cualquier otro medio de expresión- para mover conciencias y descubrir los tejidos profundos que atraviesan a los poderes y a los poderosos.
Algunos de estos partidos, como el PRB y el PMDB, formaron parte de los gobiernos de Lula y Dilma, para darles la espalda cuando arreció la oleada conservadora, lo que revela su escasa consistencia.
Aunque la derecha conquistó el gobierno, los estudios de opinión pública vienen mostrando que hay un fuerte repunte de las ideas y actitudes de izquierda entre la población, y una caída de las posiciones afines a la derecha.
El instituto Datafolha mostró en junio que por primera vez desde 2013, las propuestas de izquierda superan en simpatías a las de la derecha.
En este punto, observamos dos tendencias que se confirman en los últimos años. La primera, es que a nueva derecha actuó de forma similar a la vieja izquierda, usando la movilización popular como medio para acceder a cargos estatales para, al llegar arriba, modificar sus propuestas en aras del pragmatismo y el posibilismo.
La segunda, es que la movilización tiene una capacidad –inigualada por cualquier otro medio de expresión- para mover conciencias y descubrir los tejidos profundos que atraviesan a los poderes y a los poderosos.