25
Febrero
2016
Colombia | Sociedad | MIGRACIÓN

La doble moral

Presidente de Procaña desentraña los entresijos de la producción azucarera y panelera en Colombia

En Cali, Giorgio Trucchi y Gerardo Iglesias
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Carlos Hernando Molina

Las políticas neoliberales impulsadas por el gobierno colombiano en los últimos años están sacudiendo profundamente los cimientos de uno de los sectores más importantes de la economía colombiana. De acuerdo con Carlos Hernando Molina, presidente de la Asociación Colombiana de Productores y Proveedores de Caña de Azúcar (Procaña), esta situación está poniendo en riesgo el futuro de miles de familias que viven de la producción azucarera y panelera.
-¿Cómo está conformado el sector azucarero en Colombia?
-El sector agroindustrial de la caña de azúcar está constituido por varias organizaciones. Tenemos Procaña (productores y proveedores de caña de azúcar), Azucari (Asociación de proveedores del Ingenio Risaralda), Asocaña (reúne a los ingenios aunque tiene también productores pequeños), Cenicaña (centro de investigación de la caña de azúcar donde los productores aportan para desarrollar la investigación), Tecnicaña (técnicos de los ingenios y agrónomos) y Ciamsa (comercializadora de azúcar y mieles).

-¿Cómo se distribuye el área sembrada con caña de azúcar para la producción de azúcar y etanol?
-La producción se concentra en la parte suroccidental del país. En el Valle del Cauca se siembran unas 178.000 hectáreas, 43.000 en el Cauca y unas 8.700 hectáreas en Risaralda, Quindío y Caldas. En total estamos hablando de unas 230.000 hectáreas en un valle geográfico que reúne 47 municipios y 5 departamentos.

También debemos recordar que Colombia tiene más áreas sembradas con caña de azúcar en las laderas de la zona andina, que es para producir panela. Estamos hablando de entre 250 y 300 mil hectáreas y unos 20 mil trapiches en el valle geográfico del río Cauca.

Son pequeños y medianos productores que suman a unas 350-400 mil familias en 27 departamentos y 500 municipios, y que producen de forma artesanal. En este sector no hay grandes productores, porque existe una Ley Panelera que prohíbe a la industria azucarera producir panela.

Nuestra preocupación, entonces, está dirigida también a este sector y siempre debemos ver cómo las medidas que se toman hacia los productores de azúcar y etanol puedan afectar al sector panelero.

Entonces no es cierto, como quieren hacernos creer, que la siembra de caña de azúcar está en manos de unos cuantos ingenios y terratenientes. Tampoco es cierto que si se derrumba el sector azucarero solamente se van a afectar a unas 7 grandes familias. Es todo lo contrario.

Azúcar y panela
La sobrevivencia para muchos
La caña de azúcar es cultivada por más de 2.750 productores, mientras que los ingenios son solamente 13 y con una capacidad total instalada para procesar 80.000 toneladas de caña por día.

Además el sector cuenta con 6 plantas de destilación de etanol -casi 2 millones de litros por día-, 2 empresas productoras de papel, 3 empresas de sucroquímica, 21 empresas de transporte de caña y bagazo y 12 plantas de cogeneración de energía eléctrica y térmica.

Desde el punto de vista social, la agroindustria azucarera genera unos 188.000 puestos de trabajo, mientras que el sector panelero genera casi 1,3 millones de empleos. Juntos representan el segundo generadores de empleo en Colombia después del café.

Estamos hablando entonces de 1,5 millones de personas que trabajan en el sector y de casi 6 millones cuyas vidas dependen de la actividad azucarera y panelera. Esta es la realidad que se pretende ocultar.

-Según vuestros datos, también es interesante el tema de cómo está distribuida la propiedad de la tierra sembrada con caña…
-Exactamente. De las 230.000 hectáreas sembradas con caña, 174.800 hectáreas (76 por ciento) están en manos de 2.750 proveedores y solamente las restantes 55.200 hectáreas son propiedad de los ingenios (24 por ciento).

Esto demuestra que, contrariamente a lo que quieren hacernos creer, no son los ingenios los principales dueños de la tierra.

Tomando en cuenta que los ingenios rentan tierras a los proveedores para sembrar caña, podemos decir que, al final, ingenios y proveedores manejan aproximadamente el 50 por ciento cada uno de la tierra sembrada con caña de azúcar.

En este sentido es importante fortalecer el encadenamiento productivo y la unidad entre los ingenios, los proveedores y los productores de panela.

Hay que sostener la pequeña y mediana empresa -el 65 por ciento de los predios tienen menos de 60 hectáreas-, así como la agricultura familiar, que es la que pone más del 60 por ciento de la comida en la mesa de las familias colombianas.

Con Cenicaña, por ejemplo, estamos viendo todo el tema de prácticas sostenibles de producción de caña de azúcar. Los investigadores pueden darnos líneas de trabajo de manera autónoma, libre e independiente, para que después los productores puedan orientarse hacia dónde dirigir sus esfuerzos e inversiones.

Ahí tenemos mucho que aportar. Lamentablemente no hemos gozado de recursos del gobierno para fortalecer este proceso.

260 años de historia familiar
La producción limpia como objetivo
-Qué planta es la caña de azúcar?
-Es una planta muy eficiente en la captura de energía solar y en su transformación en carbono, en biomasa (material seco) y en materia orgánica en el suelo. No hay planta más eficiente en producción de biomasa por unidad de superficie.

En este sentido, la caña de azúcar podría dar un gran aporte en cuanto a la problemática del cambio climático.

Debemos aprovechar toda esta biomasa y ese carbono que queda en el campo para el mejoramiento de la materia orgánica, una mayor retención de agua, y como alternativa a la quema de caña.

-Usted y su familia tienen una larga trayectoria como productores, ¿verdad?
-Tengo la suerte de ser parte de una empresa familiar que ya llegó a su novena generación.

La empresa tiene 260 años de historia familiar. Gracias al principio filosófico de generaciones anteriores, entendimos que la producción y la conservación no sólo no riñen, sino que son dos elementos que van de la mano y en armonía.

Ya llevamos 30 años de investigación en manejo de la caña de azúcar con principios agroecológicos. Esto quiere decir respetar la vida en todas sus formas y tiene que ver con utilizar cada día más eficientemente la fotosíntesis, eliminando el uso de cualquier tipo de químico y de la quema de la caña.

Son principios donde el uso del agua se vuelve fundamental en su eficiencia, así como la recuperación de suelo. En la investigación que promovimos hemos visto que lo que habíamos perdido en 20 años lo hemos recuperado rápidamente en materia orgánica.

Nuestros suelos hoy vuelven a tener el 4 por ciento en materia orgánica, los costos de riego son casi la mitad de los costos de los cultivadores convencionales y la dependencia de insumos y fertilizantes es mínima.

Un sector generador de empleo
Un gobierno que mira para otro lado
-Todo lo que ha explicado hasta el momento vuelve aún más incomprensible la política que está impulsando el gobierno colombiano.
-La pregunta es ¿por qué en un mundo que protege a sus productores mediante instrumentos de políticas públicas, que apuntan a estabilizar al sector primario, en Colombia se hace lo contrario, reduciendo los aranceles y poniendo en riesgo el futuro del sector azucarero y panelero?

Eso tiene mucho que ver con el tema de los Tratado de libre comercio (TLC). Lo que vemos es una balanza comercial agropecuaria en crisis.

Hace unos años teníamos un superávit comercial de 2500 millones de dólares, mientras hoy llega apenas a 500 millones, es decir que estamos cada vez importando más y exportando menos. ¿Dónde está entonces el beneficio real de los TLC?  

Desafortunadamente la situación es muy parecida a la de México cuando firmó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA). En aquella ocasión, Estados Unidos inundó a México de azúcar barato, acabando con el sector y obligando prácticamente al Estado mexicano a hacerse cargo de los ingenios quebrados.

Veinte años después, cuando el gobierno mexicano volvió a privatizar a los ingenios y los nuevos propietarios se dispusieron a exportar azúcar hacia Estados Unidos, el gobierno norteamericano salió a defender a sus productores y manifestó la necesidad de modificar el NAFTA.

Lo que hay, entonces, es una doble moral que nos tiene muy afectados y que, tanto como país que como gobierno, no deberíamos aceptar, ni abrirnos aún más a la invasión de productos agropecuarios.

-¿Cuál es su opinión acerca del decreto que reduce drásticamente el arancel sobre el azúcar importado?
-Es un riesgo muy grande que podría acabar con la rentabilidad de unas 230.000 hectáreas sin ofrecer alternativas algunas.

Las empresas familiares con predios de hasta 60 hectáreas serían las más afectadas. Además habría un efecto de concentración de tierra por la quiebra de estos pequeños y medianos productores.

Muchos dicen que el Valle del Cauca es una belleza para frutales, hortalizas y otros alimentos, pero esto hay que ir organizándolo y armándolo en el tiempo, no es algo que se pueda improvisar. Además, una conversión de producción necesita de una política pública que impulse el cambio y la diversificación, necesita de crédito, y no estamos viendo nada de eso.

Bajar de un plumazo los aranceles deja a la gente expuesta a la quiebra y sin la capacidad para poder migrar a otra actividad económica agropecuaria.

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Fotos: Giorgio Trucchi