13
Mayo
2016
Con Ernest Cañada
“El trabajo de las camareras de pisos se ha degradado”
Cañada habla en Ibiza de sus investigaciones sobre la precariedad laboral que soportan las camareras de piso
Alberto Ferrer | Diario de Ibiza
Ernest Cañada | Foto: Gerardo Iglesias
Su libro, y antes un artículo que se difundió como la pólvora en Internet, han hecho caer en la cuenta de esas miles de trabajadoras invisibles e imprescindibles para que el maná del turismo siga fluyendo. Y lo hacen a costa de su salud, en unas condiciones que empeoran cada día.
-No hay grandes investigaciones, ni mucha literatura en torno a los trabajadores de la hostelería. Cañada asegura que es un sector “invisible”, y más aún el de las camareras de pisos. Aunque su trabajo es “despreciado”, son fundamentales para la satisfacción del huésped.
Este investigador de Alba Sud, centro aliado con la Unión Internacional de Trabajadores de la Agricultura, la Alimentación y la Hostelería (UITA), dio en la llaga con un artículo en El País que daba voz a unas trabajadoras silenciadas.
“Desbordado” por el eco que tuvo, empezó a recoger los testimonios que agrupó en ´Las que limpian los hoteles´, más de 100.000 mujeres en toda España y unas 15.000 solo en Balears. Cañada habló de esta investigación ayer en una charla organizada por Guanyem en Cala de Bou.
-¿Qué se ha encontrado en los pisos de los hoteles?
-Mucha precariedad, una degradación muy importante en las condiciones laborales en todo el Estado español. En cada lugar con sus circunstancias particulares, pero en general hay una experiencia común de miles de trabajadoras que han visto cómo sus condiciones laborales, que siempre han sido duras, se han degradado y se han precarizado cada vez más. Sobre todo a raíz de la crisis económica.
-¿Cómo han empeorado en los últimos años las condiciones de las camareras de pisos?
-Está perdiendo peso el trabajo estable y aumenta el eventual y a tiempo parcial. En la medida en que se extiende la eventualidad, hay muchas trabajadoras que por miedo a perder el empleo acaban asumiendo incrementos de trabajo.
Hay un incremento del número de habitaciones por camarera, aumentan sus tareas y se han perdido oficios tradicionales como los valets, ayudantes de piso, hombres que se ocupaban de entrar y sacar camas en las habitaciones, limpiaban cristales... Eso ahora lo asumen las camareras.
Tampoco ayudan las reformas en los hoteles, por los cambios de moda que hacen, por ejemplo, que se extiendan las mamparas de vidrio en las habitaciones, y el sobreesfuerzo que implica limpiarlas.
-Se han incrementado, entonces, los abusos empresariales.
-No diré cadenas concretas, pero es una práctica generalizada.
-¿Qué suponen las subcontratas en el sector?
-Significa que las trabajadoras pasan del convenio colectivo de hostelería al de la limpieza o un convenio propio de empresa, por lo que pueden estar cobrando 300 o 400 euros menos por el mismo trabajo, incluso cobrando por habitación que limpian, a veces a 2,5 euros por cada una.
Esto, salvo en Balears, Canarias y Málaga, donde se ha podido regular un cierto control de las externalizaciones. Esto no quiere decir que no se esté dando también en las islas, en cadenas y hoteles concretos, pero hay una cierta contención.
-¿El turismo cumple con la promesa de repartir prosperidad?
-Es generador de riqueza, pero no está claro quién se la queda y qué tipo de crecimiento genera. Está claro que ni en términos de fiscalidad ni en términos de trabajo decente está generando un retorno suficiente, con lo que acarrea una especialización económica tan fuerte como la que tenemos.
En el turismo se da una paradoja, y es que mientras sigue creciendo el número de pernoctaciones, sus niveles de retorno social cada vez son menores. Algo no funciona.
-¿Tendrá que ver con ese aumento del miedo que ha venido con la crisis?
-Una de las cosas que más me sorprendió a la hora de hacer las entrevistas –en el libro hay 26–, es el temor de muchas trabajadoras a aparecer con nombre y apellidos.
Es por miedo a las represalias, como no ser contratadas, que las despidan o las expedienten, como sucedió con una de Lloret de Mar, y eso que no mencionaba en ningún momento el hotel. Aun así la sancionaron con15 días de empleo y sueldo.
El miedo es un indicador claro de cómo la democracia se queda a las puertas de los centros de trabajo. Por miedo a quejarse, no reclamar el día de libranza, asumir cantidades imposibles de trabajo y tenerse que quedar más allá de su jornada para terminar sin pasar horas extras por miedo a represalias.
Esto segmenta a las trabajadoras entre las que tienen las mejores condiciones contractuales y se pueden defender mejor, y las que no las tienen. Hay miedo a afiliarse. Sin sindicatos fuertes en los centros de trabajo tendremos una creciente precarización.
-¿El miedo afecta a la salud?
-Tiene un impacto muy grave sobre las trabajadoras en términos físicos y psíquicos. Sufren dolores sistemáticos, por los movimientos repetitivos que hacen, que derivan en operaciones quirúrgicas: de túnel carpiano, hernias... Es muy común que trabajadoras con más de diez años en el sector estén operadas de este tipo de problema.
Es un trabajo que siempre ha sido duro y ahora eso se ha intensificado más. Hace que se tengan que medicar sistemáticamente para aguantar.
-Sorprende que se dé tanto como evidencian las entrevistas.
-Pídele a una camarera que te enseñe el bolso y aparecerán todo tipo de pastillas para poder aguantar, redbull... Las eventuales, que no pueden pedir permiso para ir al médico, de forma muy normal se automedican y acaban haciendo cócteles con otro tipo de impacto sobre su salud.
Por el dolor y las broncas que soportan, no pueden dormir; por el estrés, que se agrava con las tareas domésticas. Así, las hay que también se medican para reducir su ansiedad.
Es muy perjudicial. Al final, muy pocas aguantan hasta el final de su vida laboral y se jubilan a la edad que les corresponde. A las que se van quedando fuera del mercado laboral, que los hoteles no recolocan en otros puestos ni pueden hacer otro trabajo, les acaba quedando una jubilación muy disminuida.
-¿La Administración hace algo?
-El hecho de que el conseller de Trabajo sea un inspector de trabajo ha dado una mayor sensibilidad hacia este tema. La inspección juega un papel central y son de agradecer las campañas de la conselleria, que han dado frutos. Es una cosa absolutamente imprescindible para mejorar las condiciones de las trabajadoras.
-En Ibiza se vive el ´boom´ del turismo del lujo. ¿Genera un empleo de mayor calidad?
-Es verdad que los destinos low cost provocan una sobrecarga de trabajo. Más gente en las habitaciones, clientes que cocinan con infiernillos, borrachos... Es más trabajo para las camareras de pisos, es verdad.
Pero la degradación de las condiciones se da tanto en hoteles de baja categoría como en los de cinco estrellas. Tiene que ver con un modelo de gestión que apuesta por ello. Además de que tampoco hay ricos para todos. Més sacó una iniciativa parlamentaria para empezar a asociar las estrellas de los hoteles a criterios de calidad en el empleo.
-Paralelo al gradual deterioro del empleo, son años de aumento de beneficios empresariales.
-Hay un crecimiento económico que no se está repercutiendo en mejoras salariales y de las condiciones de las trabajadoras. Tampoco en un incremento de la fiscalidad que aumentaría su retorno social.
La apuesta empresarial está siendo un incremento de beneficios asociado al ajuste de costes laborales. Las camareras padecen cada vez peores condiciones, y es más difícil que puedan dar una buena calidad de servicio.
Las trabajadoras mayores van saliendo del mercado laboral y las nuevas, que se han incorporado en estas condiciones de precariedad, difícilmente aprenden el oficio. Eso significa que también se pierde profesionalidad. Necesitamos recuperar una hostelería de calidad, que empieza por el empleo.
-En las islas se ha llegado al momento de plantearse poner límites al turismo. ¿Es viable?
-Es absolutamente necesario. El crecimiento ilimitado no es necesariamente positivo, en cualquier actividad. La dependencia acaba teniendo resultados perjudiciales para el conjunto de la sociedad.
Es un sector que genera mucho consumo de territorio, muchas externalidades que necesitaría reequilibrar con otros. Es algo que las autoridades no deberían dejar para mañana. Una forma de hacerlo es garantizar mayores niveles de retorno social de esta actividad.
-Estará a favor entonces de la ecotasa.
-Es imprescindible, pero una ecotasa de verdad, que no quede limitada a un impuesto que derive en más promoción turística.
Este investigador de Alba Sud, centro aliado con la Unión Internacional de Trabajadores de la Agricultura, la Alimentación y la Hostelería (UITA), dio en la llaga con un artículo en El País que daba voz a unas trabajadoras silenciadas.
“Desbordado” por el eco que tuvo, empezó a recoger los testimonios que agrupó en ´Las que limpian los hoteles´, más de 100.000 mujeres en toda España y unas 15.000 solo en Balears. Cañada habló de esta investigación ayer en una charla organizada por Guanyem en Cala de Bou.
-¿Qué se ha encontrado en los pisos de los hoteles?
-Mucha precariedad, una degradación muy importante en las condiciones laborales en todo el Estado español. En cada lugar con sus circunstancias particulares, pero en general hay una experiencia común de miles de trabajadoras que han visto cómo sus condiciones laborales, que siempre han sido duras, se han degradado y se han precarizado cada vez más. Sobre todo a raíz de la crisis económica.
-¿Cómo han empeorado en los últimos años las condiciones de las camareras de pisos?
-Está perdiendo peso el trabajo estable y aumenta el eventual y a tiempo parcial. En la medida en que se extiende la eventualidad, hay muchas trabajadoras que por miedo a perder el empleo acaban asumiendo incrementos de trabajo.
Hay un incremento del número de habitaciones por camarera, aumentan sus tareas y se han perdido oficios tradicionales como los valets, ayudantes de piso, hombres que se ocupaban de entrar y sacar camas en las habitaciones, limpiaban cristales... Eso ahora lo asumen las camareras.
Tampoco ayudan las reformas en los hoteles, por los cambios de moda que hacen, por ejemplo, que se extiendan las mamparas de vidrio en las habitaciones, y el sobreesfuerzo que implica limpiarlas.
-Se han incrementado, entonces, los abusos empresariales.
-No diré cadenas concretas, pero es una práctica generalizada.
-¿Qué suponen las subcontratas en el sector?
-Significa que las trabajadoras pasan del convenio colectivo de hostelería al de la limpieza o un convenio propio de empresa, por lo que pueden estar cobrando 300 o 400 euros menos por el mismo trabajo, incluso cobrando por habitación que limpian, a veces a 2,5 euros por cada una.
Esto, salvo en Balears, Canarias y Málaga, donde se ha podido regular un cierto control de las externalizaciones. Esto no quiere decir que no se esté dando también en las islas, en cadenas y hoteles concretos, pero hay una cierta contención.
-¿El turismo cumple con la promesa de repartir prosperidad?
-Es generador de riqueza, pero no está claro quién se la queda y qué tipo de crecimiento genera. Está claro que ni en términos de fiscalidad ni en términos de trabajo decente está generando un retorno suficiente, con lo que acarrea una especialización económica tan fuerte como la que tenemos.
En el turismo se da una paradoja, y es que mientras sigue creciendo el número de pernoctaciones, sus niveles de retorno social cada vez son menores. Algo no funciona.
-¿Tendrá que ver con ese aumento del miedo que ha venido con la crisis?
-Una de las cosas que más me sorprendió a la hora de hacer las entrevistas –en el libro hay 26–, es el temor de muchas trabajadoras a aparecer con nombre y apellidos.
Es por miedo a las represalias, como no ser contratadas, que las despidan o las expedienten, como sucedió con una de Lloret de Mar, y eso que no mencionaba en ningún momento el hotel. Aun así la sancionaron con15 días de empleo y sueldo.
El miedo es un indicador claro de cómo la democracia se queda a las puertas de los centros de trabajo. Por miedo a quejarse, no reclamar el día de libranza, asumir cantidades imposibles de trabajo y tenerse que quedar más allá de su jornada para terminar sin pasar horas extras por miedo a represalias.
Esto segmenta a las trabajadoras entre las que tienen las mejores condiciones contractuales y se pueden defender mejor, y las que no las tienen. Hay miedo a afiliarse. Sin sindicatos fuertes en los centros de trabajo tendremos una creciente precarización.
-¿El miedo afecta a la salud?
-Tiene un impacto muy grave sobre las trabajadoras en términos físicos y psíquicos. Sufren dolores sistemáticos, por los movimientos repetitivos que hacen, que derivan en operaciones quirúrgicas: de túnel carpiano, hernias... Es muy común que trabajadoras con más de diez años en el sector estén operadas de este tipo de problema.
Es un trabajo que siempre ha sido duro y ahora eso se ha intensificado más. Hace que se tengan que medicar sistemáticamente para aguantar.
-Sorprende que se dé tanto como evidencian las entrevistas.
-Pídele a una camarera que te enseñe el bolso y aparecerán todo tipo de pastillas para poder aguantar, redbull... Las eventuales, que no pueden pedir permiso para ir al médico, de forma muy normal se automedican y acaban haciendo cócteles con otro tipo de impacto sobre su salud.
Por el dolor y las broncas que soportan, no pueden dormir; por el estrés, que se agrava con las tareas domésticas. Así, las hay que también se medican para reducir su ansiedad.
Es muy perjudicial. Al final, muy pocas aguantan hasta el final de su vida laboral y se jubilan a la edad que les corresponde. A las que se van quedando fuera del mercado laboral, que los hoteles no recolocan en otros puestos ni pueden hacer otro trabajo, les acaba quedando una jubilación muy disminuida.
-¿La Administración hace algo?
-El hecho de que el conseller de Trabajo sea un inspector de trabajo ha dado una mayor sensibilidad hacia este tema. La inspección juega un papel central y son de agradecer las campañas de la conselleria, que han dado frutos. Es una cosa absolutamente imprescindible para mejorar las condiciones de las trabajadoras.
-En Ibiza se vive el ´boom´ del turismo del lujo. ¿Genera un empleo de mayor calidad?
-Es verdad que los destinos low cost provocan una sobrecarga de trabajo. Más gente en las habitaciones, clientes que cocinan con infiernillos, borrachos... Es más trabajo para las camareras de pisos, es verdad.
Pero la degradación de las condiciones se da tanto en hoteles de baja categoría como en los de cinco estrellas. Tiene que ver con un modelo de gestión que apuesta por ello. Además de que tampoco hay ricos para todos. Més sacó una iniciativa parlamentaria para empezar a asociar las estrellas de los hoteles a criterios de calidad en el empleo.
-Paralelo al gradual deterioro del empleo, son años de aumento de beneficios empresariales.
-Hay un crecimiento económico que no se está repercutiendo en mejoras salariales y de las condiciones de las trabajadoras. Tampoco en un incremento de la fiscalidad que aumentaría su retorno social.
La apuesta empresarial está siendo un incremento de beneficios asociado al ajuste de costes laborales. Las camareras padecen cada vez peores condiciones, y es más difícil que puedan dar una buena calidad de servicio.
Las trabajadoras mayores van saliendo del mercado laboral y las nuevas, que se han incorporado en estas condiciones de precariedad, difícilmente aprenden el oficio. Eso significa que también se pierde profesionalidad. Necesitamos recuperar una hostelería de calidad, que empieza por el empleo.
-En las islas se ha llegado al momento de plantearse poner límites al turismo. ¿Es viable?
-Es absolutamente necesario. El crecimiento ilimitado no es necesariamente positivo, en cualquier actividad. La dependencia acaba teniendo resultados perjudiciales para el conjunto de la sociedad.
Es un sector que genera mucho consumo de territorio, muchas externalidades que necesitaría reequilibrar con otros. Es algo que las autoridades no deberían dejar para mañana. Una forma de hacerlo es garantizar mayores niveles de retorno social de esta actividad.
-Estará a favor entonces de la ecotasa.
-Es imprescindible, pero una ecotasa de verdad, que no quede limitada a un impuesto que derive en más promoción turística.