15
Junio
2017
Con Monseñor Hugo Alberto Torres Marín
“Diversificando la producción se creará empleo y mejores condiciones de vida”
En Apartadó, Gerardo Iglesias
Monseñor Hugo Alberto Torres Marín | Foto: Gerardo Iglesias
Es Obispo de la Diócesis de Apartadó, una voz escuchada y respetada en la región de Urabá, aunque algunos sectores lo miran de soslayo y se sienten tocados por sus filosos comentarios. Llegamos con Guillermo Rivera, presidente de Sintrainagro, y el Monseñor nos recibe sin poses, sencillo y de manera animada acepta ser entrevistado.
-¿Cuál es su mirada y preocupaciones sobre Urabá?
-Hay varios problemas y se deben alentar iniciativas políticas de los distintos gremios, cámaras empresariales y autoridades para formalizar una propuesta institucional de cara al futuro, contribuyendo al desarrollo de la región y al acompañamiento de las víctimas del conflicto armado.
El incremento de las pandillas juveniles es un problema, porque están invadiendo municipios como Turbo, Apartadó, Nueva Colonia y Currulao.
Hay que quitarles fuerza a las Bacrim (bandas criminales), como aquí se les llama. Si hacemos un frente común con los gremios ganadero, bananero, palmero, podríamos enfrentarlos. Potencial y posibilidades hay.
Falta por otra parte mucha más proyección social de parte de las empresas. Hay todavía una gran inequidad social en la zona. Se necesita invertir en educación, en salud, en vivienda.
-Urabá dejó de ser una zona de desplazamientos masivos, para transformarse en una región receptora y se espera la llegada de miles de desmovilizados. ¿Preocupa esta nueva situación?
-Sí, es cierto, se está viendo al eje bananero como un polo de desarrollo muy prometedor, pero lo fundamental para consolidar la paz es el pan y el trabajo.
Las Bacrim se han formado con ex miembros de las Autodefensas que quedaron sin perspectivas. No podemos efectivamente repetir esas experiencias ahora. Las infraestructuras en la región son aún débiles.
Y el otro gran tema es el de las drogas, el del narcotráfico, especialmente en las zonas más marginadas, hacia el Chocó. Son territorio de nadie. Ya los muchachos no quieren ir al colegio, ni trabajar en el campo, prefieren dedicarse al tráfico.
Un problema suplementario acá es el individualismo, la falta de confianza en los otros. Tenemos que volver a poder pensar proyectos solidarios, pensarlos colectivamente.
-Colombia es un país inequitativo, sobre todo en lo que tiene que ver con la propiedad de la tierra. ¿Cuál es la situación en Urabá?
-Se dice que un 5 por ciento de la población es dueña del país. El problema de la tenencia de la tierra se ve con fuerza particular en el norte de Urabá.
Los trabajadores tienen sus chocitas a la vera de los caminos, porque las tierras están ocupadas por gente que ni siquiera vive en la zona ni viene acá.
Es un escándalo. Son terrenos casi baldíos, que tampoco han sido reforestados, lo que podría haber significado un valor agregado.
-Otra situación preocupante es la de la mujer. Según Sintrainagro, 65 por ciento de las trabajadoras bananeras son jefas de familia, lo cual marca una tendencia…
-La economía informal de estos pueblos la mantienen las mujeres. Las encuentras vendiendo arepas en las calles por las mañanas. Las organizaciones de víctimas son integradas mayoritariamente por mujeres. Pero carecen de asociaciones fuertes.
La mujer es un agente de desarrollo muy importante, y también de pacificación, de continentación.
-¿Tiene esperanzas de que las cosas cambien?
-No sólo esperanza, tengo la certeza. Esta región es la gran portadora de esperanza del país. Hay que ayudar a que se consolide este proceso de paz.
Las tierras de Urabá son por otra parte propicias para el cultivo de 26 productos distintos, pero ahora estamos supeditados al banano, la palma, el aguacate, y ustedes.
Diversificando la producción se potenciará el desarrollo genuino y se creará empleo y mejores condiciones de vida.
-Hay varios problemas y se deben alentar iniciativas políticas de los distintos gremios, cámaras empresariales y autoridades para formalizar una propuesta institucional de cara al futuro, contribuyendo al desarrollo de la región y al acompañamiento de las víctimas del conflicto armado.
El incremento de las pandillas juveniles es un problema, porque están invadiendo municipios como Turbo, Apartadó, Nueva Colonia y Currulao.
Hay que quitarles fuerza a las Bacrim (bandas criminales), como aquí se les llama. Si hacemos un frente común con los gremios ganadero, bananero, palmero, podríamos enfrentarlos. Potencial y posibilidades hay.
Falta por otra parte mucha más proyección social de parte de las empresas. Hay todavía una gran inequidad social en la zona. Se necesita invertir en educación, en salud, en vivienda.
-Urabá dejó de ser una zona de desplazamientos masivos, para transformarse en una región receptora y se espera la llegada de miles de desmovilizados. ¿Preocupa esta nueva situación?
-Sí, es cierto, se está viendo al eje bananero como un polo de desarrollo muy prometedor, pero lo fundamental para consolidar la paz es el pan y el trabajo.
Las Bacrim se han formado con ex miembros de las Autodefensas que quedaron sin perspectivas. No podemos efectivamente repetir esas experiencias ahora. Las infraestructuras en la región son aún débiles.
Y el otro gran tema es el de las drogas, el del narcotráfico, especialmente en las zonas más marginadas, hacia el Chocó. Son territorio de nadie. Ya los muchachos no quieren ir al colegio, ni trabajar en el campo, prefieren dedicarse al tráfico.
Un problema suplementario acá es el individualismo, la falta de confianza en los otros. Tenemos que volver a poder pensar proyectos solidarios, pensarlos colectivamente.
-Colombia es un país inequitativo, sobre todo en lo que tiene que ver con la propiedad de la tierra. ¿Cuál es la situación en Urabá?
-Se dice que un 5 por ciento de la población es dueña del país. El problema de la tenencia de la tierra se ve con fuerza particular en el norte de Urabá.
Los trabajadores tienen sus chocitas a la vera de los caminos, porque las tierras están ocupadas por gente que ni siquiera vive en la zona ni viene acá.
Es un escándalo. Son terrenos casi baldíos, que tampoco han sido reforestados, lo que podría haber significado un valor agregado.
-Otra situación preocupante es la de la mujer. Según Sintrainagro, 65 por ciento de las trabajadoras bananeras son jefas de familia, lo cual marca una tendencia…
-La economía informal de estos pueblos la mantienen las mujeres. Las encuentras vendiendo arepas en las calles por las mañanas. Las organizaciones de víctimas son integradas mayoritariamente por mujeres. Pero carecen de asociaciones fuertes.
La mujer es un agente de desarrollo muy importante, y también de pacificación, de continentación.
-¿Tiene esperanzas de que las cosas cambien?
-No sólo esperanza, tengo la certeza. Esta región es la gran portadora de esperanza del país. Hay que ayudar a que se consolide este proceso de paz.
Las tierras de Urabá son por otra parte propicias para el cultivo de 26 productos distintos, pero ahora estamos supeditados al banano, la palma, el aguacate, y ustedes.
Diversificando la producción se potenciará el desarrollo genuino y se creará empleo y mejores condiciones de vida.