13
Julio
2016
Premios Nobel probablemente manipulados acusan a la organización ecologista de “crimen contra la humanidad”
¿Criminal, Greenpeace?
Stéphane Foucart
Foto: Gerardo Iglesias
Estos días, la prensa no deja de explayarse sobre una carta abierta investida de una autoridad aplastante: está firmada por un centenar de Premios Nobel. Y si hace correr tanta tinta es que la gravedad del mensaje que transmite es proporcional al prestigio de los firmantes. Según estos, la organización Greenpeace es, ni más ni menos, culpable de “crimen contra la humanidad”.
La historia es simple como un mensaje publicitario. Greenpeace se opone a los organismos genéticamente modificados (OGM) y, en particular, al “arroz dorado”, un arroz transgénico que se supone capaz de aportar una dosis adicional de vitamina A.
Ahora bien, según afirman los firmantes de la carta, en los países del sur las carencias de vitamina A hacen que todos los años hasta medio millón de jóvenes pierdan la visión o incluso mueran. Por tanto, Greenpeace es responsable de la muerte de esos niños.
“Llamamos a los gobiernos del mundo a rechazar la campaña de Greenpeace contra el arroz dorado, en particular, y contra los cultivos y alimentos mejorados gracias a las biotecnologías en general”, escriben los Nobel.
“Y a que hagan todo lo posible por oponerse a las acciones de Greenpeace y a acelerar el acceso de los agricultores a todos los instrumentos de la biología moderna, especialmente a las semillas mejoradas mediante las biotecnologías.”
La conclusión cae como una condena terrible: “¿Cuántos pobres tienen que morir antes de que consideremos esto un crimen contra la humanidad?”
Ahora bien, según afirman los firmantes de la carta, en los países del sur las carencias de vitamina A hacen que todos los años hasta medio millón de jóvenes pierdan la visión o incluso mueran. Por tanto, Greenpeace es responsable de la muerte de esos niños.
“Llamamos a los gobiernos del mundo a rechazar la campaña de Greenpeace contra el arroz dorado, en particular, y contra los cultivos y alimentos mejorados gracias a las biotecnologías en general”, escriben los Nobel.
“Y a que hagan todo lo posible por oponerse a las acciones de Greenpeace y a acelerar el acceso de los agricultores a todos los instrumentos de la biología moderna, especialmente a las semillas mejoradas mediante las biotecnologías.”
La conclusión cae como una condena terrible: “¿Cuántos pobres tienen que morir antes de que consideremos esto un crimen contra la humanidad?”
Amalgama
Greenpeace paga por su oposición a los transgénicos
Estas pocas frases encadenadas forman una especie de juego mental que conviene desmenuzar.
En primer lugar, dan a entender que Greenpeace es culpable de bloquear la comercialización del arroz dorado, siendo por tanto responsable de la muerte de centenares de miles de “pobres”; acto seguido, crean una amalgama entre biotecnologías y acción humanitaria, favoreciendo la idea de que la función principal de los OGM consiste en salvar vidas.
Todo esto es falso.
Es cierto que Greenpeace crítica desde hace tiempo y de forma vehemente los intentos del International Rice Research Institute (IRRI) –la organización no lucrativa con base en Filipinas que se encarga de trabajar sobre las variedades del arroz– de desarrollar el arroz dorado.
La asociación ecologista considera que el IRRI desvía la atención del verdadero problema (la pobreza y el acceso a una alimentación diversa), que fracasará, que su inocuidad no está demostrada, que abrirá la puerta a los OGM comerciales, etcétera.
Cabe pensar que esta postura muestra la cara más dogmática y más oscura de la ONG: si la difusión de esta tecnología permitiera, aunque solo fuera hasta cierto punto, mejorar el estado de salud de millones de personas, ¿por qué no intentarlo?
Sin embargo, para intentarlo haría falta que el arroz dorado estuviera disponible… pero no lo está.
“A pesar de lo que han hecho creer a estos galardonados con el Premio Nobel, el arroz dorado no está ni nunca ha estado bloqueado por la oposición pública o por Greenpeace”, explica el antropólogo Glen Stone, profesor de la Universidad Washington de Saint-Louis, Estados Unidos, director durante cuatro años de un programa de investigación sobre el cultivo del arroz en Filipinas.
“Ocurre simplemente que el arroz dorado todavía no está a punto.”
En primer lugar, dan a entender que Greenpeace es culpable de bloquear la comercialización del arroz dorado, siendo por tanto responsable de la muerte de centenares de miles de “pobres”; acto seguido, crean una amalgama entre biotecnologías y acción humanitaria, favoreciendo la idea de que la función principal de los OGM consiste en salvar vidas.
Todo esto es falso.
Es cierto que Greenpeace crítica desde hace tiempo y de forma vehemente los intentos del International Rice Research Institute (IRRI) –la organización no lucrativa con base en Filipinas que se encarga de trabajar sobre las variedades del arroz– de desarrollar el arroz dorado.
La asociación ecologista considera que el IRRI desvía la atención del verdadero problema (la pobreza y el acceso a una alimentación diversa), que fracasará, que su inocuidad no está demostrada, que abrirá la puerta a los OGM comerciales, etcétera.
Cabe pensar que esta postura muestra la cara más dogmática y más oscura de la ONG: si la difusión de esta tecnología permitiera, aunque solo fuera hasta cierto punto, mejorar el estado de salud de millones de personas, ¿por qué no intentarlo?
Sin embargo, para intentarlo haría falta que el arroz dorado estuviera disponible… pero no lo está.
“A pesar de lo que han hecho creer a estos galardonados con el Premio Nobel, el arroz dorado no está ni nunca ha estado bloqueado por la oposición pública o por Greenpeace”, explica el antropólogo Glen Stone, profesor de la Universidad Washington de Saint-Louis, Estados Unidos, director durante cuatro años de un programa de investigación sobre el cultivo del arroz en Filipinas.
“Ocurre simplemente que el arroz dorado todavía no está a punto.”
Arroz dorado, menos rendidor que el orgánico
Una cadena de desinformación
El IRRI, en colaboración con el Instituto de Investigación Filipino sobre el Arroz, llevó a cabo un ensayo en varias parcelas, en 2012 y 2013, pero el arroz dorado “tuvo rendimientos inferiores a la misma variedad desprovista del transgénico”, señala Stone.
Por consiguiente, los dos institutos todavía no han propuesto el famoso golden rice a las autoridades para su homologación.
En cuanto a la destrucción de una parcela experimental en 2013 (por activistas locales), añade Stone, “se produjo una vez concluido el ensayo y no ha afectado más que a una pequeña parcela de pruebas entre las decenas que hay”.
Greenpeace formula por tanto críticas contra los OGM con argumentos que a veces rompen con el consenso científico, pero no es en modo alguno responsable de que no se recurra al arroz dorado.
“Esta historia parece más bien una manipulación de la opinión pública utilizando a científicos que no están informados de los hechos en cuestión”, concluye el profesor estadounidense con respecto a la carta de los Premios Nobel.
El matemático Philip Stark (Universidad de California, en Berkeley) ha contado a su vez, entre ellos, a “un Nobel de la Paz, ocho economistas, 24 físicos, 33 químicos y 41 médicos”.
“La ciencia se basa en pruebas, no en la autoridad”, ha añadido en Twitter. “¿Qué saben de agricultura?¿Han realizado trabajos pertinentes sobre el tema?”
La organización de la campaña también plantea algunas dudas. Quien controlaba la entrada en la conferencia de prensa en que se lanzó, el 29 de junio, en el National Press Club de Washington, no era otro que Jay Byrne, ex director de comunicación de Monsanto y actualmente director general de v-Fluence, una empresa de relaciones públicas…
Interrogado, Byrne declara, sin embargo, que “se ha prestado voluntariamente a ayudar a la logística” y que no mantiene ya ninguna relación con Monsanto.
La iniciativa llega en todo caso en el mejor momento posible para la industria.
En primer lugar, en Estados Unidos cunde el debate público sobre el etiquetado de los alimentos transgénicos. En segundo lugar, el debate en torno al glifosato–el herbicida que acompaña a la gran mayoría de OGM cultivados–acaba de ser clasificado como “cancerígeno probable” por el Centro Internacional de Investigación sobre el Cáncer.
Finalmente, se debate ampliamente si las próximas generaciones de OGM estarán sometidas a normas reglamentarias…
Sobre todos estos asuntos, tened cuidado con lo que digáis o escribáis: de acuerdo con las nuevas normas en vigor, podríais ser cómplices de un “crimen contra la humanidad”.
Por consiguiente, los dos institutos todavía no han propuesto el famoso golden rice a las autoridades para su homologación.
En cuanto a la destrucción de una parcela experimental en 2013 (por activistas locales), añade Stone, “se produjo una vez concluido el ensayo y no ha afectado más que a una pequeña parcela de pruebas entre las decenas que hay”.
Greenpeace formula por tanto críticas contra los OGM con argumentos que a veces rompen con el consenso científico, pero no es en modo alguno responsable de que no se recurra al arroz dorado.
“Esta historia parece más bien una manipulación de la opinión pública utilizando a científicos que no están informados de los hechos en cuestión”, concluye el profesor estadounidense con respecto a la carta de los Premios Nobel.
El matemático Philip Stark (Universidad de California, en Berkeley) ha contado a su vez, entre ellos, a “un Nobel de la Paz, ocho economistas, 24 físicos, 33 químicos y 41 médicos”.
“La ciencia se basa en pruebas, no en la autoridad”, ha añadido en Twitter. “¿Qué saben de agricultura?¿Han realizado trabajos pertinentes sobre el tema?”
La organización de la campaña también plantea algunas dudas. Quien controlaba la entrada en la conferencia de prensa en que se lanzó, el 29 de junio, en el National Press Club de Washington, no era otro que Jay Byrne, ex director de comunicación de Monsanto y actualmente director general de v-Fluence, una empresa de relaciones públicas…
Interrogado, Byrne declara, sin embargo, que “se ha prestado voluntariamente a ayudar a la logística” y que no mantiene ya ninguna relación con Monsanto.
La iniciativa llega en todo caso en el mejor momento posible para la industria.
En primer lugar, en Estados Unidos cunde el debate público sobre el etiquetado de los alimentos transgénicos. En segundo lugar, el debate en torno al glifosato–el herbicida que acompaña a la gran mayoría de OGM cultivados–acaba de ser clasificado como “cancerígeno probable” por el Centro Internacional de Investigación sobre el Cáncer.
Finalmente, se debate ampliamente si las próximas generaciones de OGM estarán sometidas a normas reglamentarias…
Sobre todos estos asuntos, tened cuidado con lo que digáis o escribáis: de acuerdo con las nuevas normas en vigor, podríais ser cómplices de un “crimen contra la humanidad”.
Stéphane Foucart
(Publicado en el diario francés Le Monde. Versión española en Viento Sur).