13
Julio
2016
Referendo por el Agro
Contra la devastación de la producción nacional
Cuando el campo cosecha solo pobres
En Montevideo, Gerardo Iglesias
Foto: Ángela Quevedo
Con el apoyo de la Rel-UITA, jóvenes colombianos que residen en Buenos Aires realizaron el pasado viernes 8 el lanzamiento del Referendo por el Agro Colombiano en Argentina.
La iniciativa tiene por finalidad la reforma de los artículos 64, 65, 66 y 100 de la Constitución Política y se adoptar medidas de protección especial a la producción nacional agraria y alimentaria, garantizando el crédito y protegiendo el trabajo y el mantenimiento de los productores agropecuarios del país.
Según se detalla en la exposición de motivos del referendo, “desde la década de los noventa, la política de apertura económica ha venido afectando seriamente los cultivos de cereales, hortalizas y oleaginosas de ciclo corto, generando una reducción de las áreas sembradas”.
De 1992 al 2013 se pasó de sembrar 2,3 millones de hectáreas a 1,4; es decir, que solo hasta 2013 se perdieron 868.000 hectáreas, dice un reporte de la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC).
En los casos particulares del maíz, por ejemplo, un cultivo estratégico para Colombia, han dejado de sembrarse 245.000 hectáreas.
Para el mismo período de la referencia hay casos más dramáticos en la pérdida de áreas sembradas: en sorgo suman 242.000 hectáreas, en cebada, 50.000, y, en trigo, 36.000 hectáreas.
Hoy, las áreas destinadas a estos productos son mínimas y pese a que el país ha incrementado el consumo de este tipo de productos las importaciones han sustituido a la producción nacional.
Los bajos precios internacionales han afectado a su vez a los productos tropicales y notablemente la producción de café.
Ya desde 2008 se advertía la desaceleración en la producción de algunos cereales como soja, cebada, avena y sorgo hasta el 100 por ciento, al igual que de la arveja y la lenteja, el 95 por ciento del trigo, el 90 del ajonjolí, el 70 del maíz, el 12 del arroz y el 40 del fríjol.
Dicho comercio representa la importación, entre estos y otros productos agropecuarios, de más de 12 millones de toneladas de alimentos no procesados.
Con los alimentos importados procesados la situación empeora. Unas 4.300.000 toneladas de los que se importa es maíz (el 70 por ciento del total consumido) y más de 1.500.000 toneladas de trigo.
También se compra en el exterior casi el 95 por ciento del algodón. Todos estos productos se sembraban en el país antes de la apertura económica y los Tratados de Libre Comercio (TLC).
En materia de política económica, es imposible desconocer que los TLC han impactado gravemente al sector agropecuario: en los últimos 25 años el país pasó de importar cerca de 700 mil toneladas de alimentos en 1990, a 7 millones en 2001 y a más de 12 millones en 2015.
Colombia aumentó entre 1990 y 2014 la producción local de alimentos en 67 por ciento, mientras sus importaciones alimenticias se dispararon en 1.570 por ciento”.
Para principios de agosto el capítulo argentino por el Referendo y la Rel-UITA están organizando una gran actividad de sensibilización pública y denuncia sobre la calamitosa y desesperante situación del agro, la soberanía alimentaria y la falta de políticas públicas que permitan la inserción y desarrollo digno de la agricultura familiar colombiana.
Según se detalla en la exposición de motivos del referendo, “desde la década de los noventa, la política de apertura económica ha venido afectando seriamente los cultivos de cereales, hortalizas y oleaginosas de ciclo corto, generando una reducción de las áreas sembradas”.
De 1992 al 2013 se pasó de sembrar 2,3 millones de hectáreas a 1,4; es decir, que solo hasta 2013 se perdieron 868.000 hectáreas, dice un reporte de la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC).
En los casos particulares del maíz, por ejemplo, un cultivo estratégico para Colombia, han dejado de sembrarse 245.000 hectáreas.
Para el mismo período de la referencia hay casos más dramáticos en la pérdida de áreas sembradas: en sorgo suman 242.000 hectáreas, en cebada, 50.000, y, en trigo, 36.000 hectáreas.
Hoy, las áreas destinadas a estos productos son mínimas y pese a que el país ha incrementado el consumo de este tipo de productos las importaciones han sustituido a la producción nacional.
Los bajos precios internacionales han afectado a su vez a los productos tropicales y notablemente la producción de café.
Ya desde 2008 se advertía la desaceleración en la producción de algunos cereales como soja, cebada, avena y sorgo hasta el 100 por ciento, al igual que de la arveja y la lenteja, el 95 por ciento del trigo, el 90 del ajonjolí, el 70 del maíz, el 12 del arroz y el 40 del fríjol.
Dicho comercio representa la importación, entre estos y otros productos agropecuarios, de más de 12 millones de toneladas de alimentos no procesados.
Con los alimentos importados procesados la situación empeora. Unas 4.300.000 toneladas de los que se importa es maíz (el 70 por ciento del total consumido) y más de 1.500.000 toneladas de trigo.
También se compra en el exterior casi el 95 por ciento del algodón. Todos estos productos se sembraban en el país antes de la apertura económica y los Tratados de Libre Comercio (TLC).
En materia de política económica, es imposible desconocer que los TLC han impactado gravemente al sector agropecuario: en los últimos 25 años el país pasó de importar cerca de 700 mil toneladas de alimentos en 1990, a 7 millones en 2001 y a más de 12 millones en 2015.
Colombia aumentó entre 1990 y 2014 la producción local de alimentos en 67 por ciento, mientras sus importaciones alimenticias se dispararon en 1.570 por ciento”.
Para principios de agosto el capítulo argentino por el Referendo y la Rel-UITA están organizando una gran actividad de sensibilización pública y denuncia sobre la calamitosa y desesperante situación del agro, la soberanía alimentaria y la falta de políticas públicas que permitan la inserción y desarrollo digno de la agricultura familiar colombiana.