22
Septiembre
2017
Sintrainagro y su ejemplo
Un modelo de negociación sectorial que marca el rumbo
En Bogotá, Jorge Luis Villada
Foto:Gerardo Iglesias
La negociación colectiva que recientemente concluyó en la zona bananera de Urabá, entre el sindicato Sintrainagro y Augura, el gremio de empresarios bananeros que nuclea a un total de 268 fincas, sale de los cánones ordinarios del derecho colectivo laboral que rige en Colombia y aparece como un modelo a seguir en el futuro.
En este caso empresarios y trabajadores delegaron en un solo equipo de negociadores la representatividad de las partes para negociar el pliego único de peticiones.
La convención colectiva resultante se aplicará en todas las fincas bananeras, con vigencia de dos años, contados a partir del 28 de agosto de 2017, y beneficiará de manera directa a unos 22.000 trabajadores y trabajadoras de la región bananera.
Tendrá también una incidencia positiva sobre amplios sectores de la población local, pues hay alrededor de unas 40.000 personas que se benefician indirectamente de la producción bananera.
La convención colectiva resultante se aplicará en todas las fincas bananeras, con vigencia de dos años, contados a partir del 28 de agosto de 2017, y beneficiará de manera directa a unos 22.000 trabajadores y trabajadoras de la región bananera.
Tendrá también una incidencia positiva sobre amplios sectores de la población local, pues hay alrededor de unas 40.000 personas que se benefician indirectamente de la producción bananera.
Más mujeres
Más oportunidades y equidad de género
Cabe destacar que el convenio compromete a las empresas a contratar en cada una de ellas al menos a dos mujeres.
En la negociación anterior el compromiso fue de contratar una mujer en cada finca, un incremento significativo del empleo femenino en este sector agroindustrial.
Esto se complementó con acuerdos de mejoramiento del plan de salud y de educación que beneficiarán, fundamentalmente, a las trabajadoras del sector.
Este abordaje de género en la negociación colectiva es muy importante analizarlo en detalle, pues por efecto de la violencia que azotó la región bananera hay muchas viudas y mujeres abandonadas que hoy son cabeza de familia en una proporción que supera el 70 por ciento de la población femenina.
Asimismo, más allá de la sensibilidad y labores que el Sindicato registra en beneficio de las trabajadoras, debemos subrayar la efectiva participación en la mesa de negociación de Adela Torres, secretaria general de Sintrainagro e integrante del Comité Ejecutivo Mundial de la UITA, reconocida baluarte en la lucha por la igualdad y equidad de género en la región bananera.
En la negociación anterior el compromiso fue de contratar una mujer en cada finca, un incremento significativo del empleo femenino en este sector agroindustrial.
Esto se complementó con acuerdos de mejoramiento del plan de salud y de educación que beneficiarán, fundamentalmente, a las trabajadoras del sector.
Este abordaje de género en la negociación colectiva es muy importante analizarlo en detalle, pues por efecto de la violencia que azotó la región bananera hay muchas viudas y mujeres abandonadas que hoy son cabeza de familia en una proporción que supera el 70 por ciento de la población femenina.
Asimismo, más allá de la sensibilidad y labores que el Sindicato registra en beneficio de las trabajadoras, debemos subrayar la efectiva participación en la mesa de negociación de Adela Torres, secretaria general de Sintrainagro e integrante del Comité Ejecutivo Mundial de la UITA, reconocida baluarte en la lucha por la igualdad y equidad de género en la región bananera.
Más allá del marco colombiano
La OIT y sus recomendaciones
El modelo de negociación en la región de Urabá fue ponderado oportunamente por la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
En su Informe “Organizarse en pos de la justicia social”, presentado a la 92 Conferencia Internacional del Trabajo en 2004, el director general resaltó el valor de este convenio como factor de paz y de desarrollo económico y social para esta extensa región, sacudida entonces por el conflicto armado.
Inscribió también este experimento de negociación sectorial como un hecho que puede contribuir a aumentar el nivel de representación de los trabajadores agrícolas.
Al respecto, desde la OIT se manifestaba: “por ejemplo, tras la firma del acuerdo en 2001 entre, por una parte, la empresa Chiquita Brands International Inc. y, por la otra, la UITA y la Coordinadora Latinoamericana de Sindicatos Bananeros (COLSIBA), el número de los afiliados a los sindicatos agrícolas latinoamericanos representados ante los proveedores de Chiquita aumentó significativamente.
Según Guillermo Rivera Zapata –prosigue el informe– presidente del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Industria Agropecuaria de Colombia (SINTRAINAGRO), el acuerdo con Chiquita ayudó a su sindicato a captar 1.500 nuevos miembros y a firmar otros siete convenios colectivos en la región de Magdalena y Urabá”.
“Estos avances son especialmente notables si se tiene en cuenta el grado de violencia de que son víctima los sindicalistas”, señalaba la OIT.
Para entonces, ya se habían registrados más de 700 asesinatos de miembros del sindicato.
La OIT recomendaba además, con mucho énfasis, apoyar los esfuerzos de los actores sociales.
“Es necesario reforzar su organización, sus plataformas programáticas y su acción política para que logren una posición más vigorosa en el diseño de políticas económicas y sociales tanto a nivel nacional como internacional”, observaba.
En su Informe “Organizarse en pos de la justicia social”, presentado a la 92 Conferencia Internacional del Trabajo en 2004, el director general resaltó el valor de este convenio como factor de paz y de desarrollo económico y social para esta extensa región, sacudida entonces por el conflicto armado.
Inscribió también este experimento de negociación sectorial como un hecho que puede contribuir a aumentar el nivel de representación de los trabajadores agrícolas.
Al respecto, desde la OIT se manifestaba: “por ejemplo, tras la firma del acuerdo en 2001 entre, por una parte, la empresa Chiquita Brands International Inc. y, por la otra, la UITA y la Coordinadora Latinoamericana de Sindicatos Bananeros (COLSIBA), el número de los afiliados a los sindicatos agrícolas latinoamericanos representados ante los proveedores de Chiquita aumentó significativamente.
Según Guillermo Rivera Zapata –prosigue el informe– presidente del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Industria Agropecuaria de Colombia (SINTRAINAGRO), el acuerdo con Chiquita ayudó a su sindicato a captar 1.500 nuevos miembros y a firmar otros siete convenios colectivos en la región de Magdalena y Urabá”.
“Estos avances son especialmente notables si se tiene en cuenta el grado de violencia de que son víctima los sindicalistas”, señalaba la OIT.
Para entonces, ya se habían registrados más de 700 asesinatos de miembros del sindicato.
La OIT recomendaba además, con mucho énfasis, apoyar los esfuerzos de los actores sociales.
“Es necesario reforzar su organización, sus plataformas programáticas y su acción política para que logren una posición más vigorosa en el diseño de políticas económicas y sociales tanto a nivel nacional como internacional”, observaba.
El sindicalismo paralizado
Los peligros de la fragmentación
Dan Gallin, ex secretario general de la UITA, puntualizaba hace unos años que “una internacional sindical digna de su nombre proclamaría con orgullo: representamos a la clase trabajadora mundial, representamos a la mayoría de la población mundial y estamos luchando para cambiar el orden social y económico para que el mundo sea un lugar adecuado para que puedan vivir los seres humanos.”
Pero como la realidad era otra, Gallin, advertía -y advierte hoy- que “las cantidades no significan nada si no hay un pensamiento político y una voluntad política. Las organizaciones son las que convierten a las cantidades en acciones y en fortaleza”.
Cuando esas organizaciones son disfuncionales, no pasa nada. (....). El poder –continúa Gallin- se genera con luchas que hacen posibles la movilización y la participación y las nuevas estructuras que expresan un nuevo poder son el resultado de esas luchas.”
Lamentablemente, esa recomendación es incomprendida, por no decir ignorada, por la mayoría del sindicalismo mundial, que persiste en estructuras fragmentadas con escasa o nula incidencia política.
Eso se da particularmente en Colombia, donde el sindicalismo, por efecto de una guerra interna prolongada durante 52 años, está muy dividido y debilitado: de cada 100 trabajadores, escasamente 5 están organizados sindicalmente.
Para empeorar el panorama, lo que predomina es la negociación colectiva por empresa.
Incluso cuando el conflicto colectivo es iniciado por un sindicato de industria o de rama económica que decide presentar un pliego único, este debe ser entregado a cada una de las empresas que conforman la rama industrial donde el sindicato cuenta con afiliados.
Las empresas proceden, por separado, a nombrar sus respectivas comisiones negociadoras, lo que determina que el sindicato también deba multiplicar sus equipos negociadores.
En la mayoría de los casos los períodos de negociación ni siquiera coinciden, lo cual imposibilita coordinar estrategias y mecanismos de presión, como la realización simultánea de una huelga en toda la rama industrial o que los beneficios pactados sean los mismos o similares para todos.
Esto, por supuesto, desvirtúa la propia existencia de los sindicatos industriales o por rama económica.
Pero como la realidad era otra, Gallin, advertía -y advierte hoy- que “las cantidades no significan nada si no hay un pensamiento político y una voluntad política. Las organizaciones son las que convierten a las cantidades en acciones y en fortaleza”.
Cuando esas organizaciones son disfuncionales, no pasa nada. (....). El poder –continúa Gallin- se genera con luchas que hacen posibles la movilización y la participación y las nuevas estructuras que expresan un nuevo poder son el resultado de esas luchas.”
Lamentablemente, esa recomendación es incomprendida, por no decir ignorada, por la mayoría del sindicalismo mundial, que persiste en estructuras fragmentadas con escasa o nula incidencia política.
Eso se da particularmente en Colombia, donde el sindicalismo, por efecto de una guerra interna prolongada durante 52 años, está muy dividido y debilitado: de cada 100 trabajadores, escasamente 5 están organizados sindicalmente.
Para empeorar el panorama, lo que predomina es la negociación colectiva por empresa.
Incluso cuando el conflicto colectivo es iniciado por un sindicato de industria o de rama económica que decide presentar un pliego único, este debe ser entregado a cada una de las empresas que conforman la rama industrial donde el sindicato cuenta con afiliados.
Las empresas proceden, por separado, a nombrar sus respectivas comisiones negociadoras, lo que determina que el sindicato también deba multiplicar sus equipos negociadores.
En la mayoría de los casos los períodos de negociación ni siquiera coinciden, lo cual imposibilita coordinar estrategias y mecanismos de presión, como la realización simultánea de una huelga en toda la rama industrial o que los beneficios pactados sean los mismos o similares para todos.
Esto, por supuesto, desvirtúa la propia existencia de los sindicatos industriales o por rama económica.
Árboles que impiden ver el bosque
Avanzar hacia un sindicalismo global
La estrechez política de una dirigencia atrapada en la cotidianidad de un sindicalismo economicista, resignado a la mera sobrevivencia, impide actuar ante procesos de globalización que exigen una mayor participación sindical en los planos nacional e internacional.
El cambiante mundo de hoy y un futuro incierto, exigen que la negociación colectiva sea innovadora.
La estructura de la empresa está orientada a lo que en la práctica se conoce como “empresa red” y hay una mayor presencia de las transnacionales debido a los procesos generados por la apertura del mercado.
En este escenario, el desafío consiste en fomentar formas eficaces de organización y adecuados modelos de negociación colectiva a diferentes niveles, tomando en cuenta la emergente estructura de producción.
Las negociaciones sectoriales son tal vez las más apropiadas para abordar factores básicos de remuneración para las distintas categorías de trabajadores y trabajadoras de una industria, sin soslayar otras cuestiones de la política nacional en términos de seguridad social y educación, así como para enfrentar reformas estructurales que entrañan grandes transformaciones en el mundo del trabajo.
La elocuente pérdida de derechos y conquistas laborales que se está imponiendo en América Latina, en especial en Brasil, van en contravía a los derechos laborales, razón por la cual resulta indispensable también entender la necesidad de elaborar procesos de profunda autocrítica, para reformular la praxis sindical.
Frente a la globalización comercial y la transnacionalización empresarial es pertinente avanzar en la globalización del sindicalismo, debidamente fortalecido y autorreformado.
En este sentido, Sintrainagro es una organización que se reinventó en pleno conflicto armado, enterrando a decenas de militantes todas las semanas, para ser hoy lo que es, el mayor sindicato de trabajadores y trabajadoras bananeras del mundo.
En estos momentos de confusiones ideológicas, Sintrainagro muestra el camino a seguir.
El cambiante mundo de hoy y un futuro incierto, exigen que la negociación colectiva sea innovadora.
La estructura de la empresa está orientada a lo que en la práctica se conoce como “empresa red” y hay una mayor presencia de las transnacionales debido a los procesos generados por la apertura del mercado.
En este escenario, el desafío consiste en fomentar formas eficaces de organización y adecuados modelos de negociación colectiva a diferentes niveles, tomando en cuenta la emergente estructura de producción.
Las negociaciones sectoriales son tal vez las más apropiadas para abordar factores básicos de remuneración para las distintas categorías de trabajadores y trabajadoras de una industria, sin soslayar otras cuestiones de la política nacional en términos de seguridad social y educación, así como para enfrentar reformas estructurales que entrañan grandes transformaciones en el mundo del trabajo.
La elocuente pérdida de derechos y conquistas laborales que se está imponiendo en América Latina, en especial en Brasil, van en contravía a los derechos laborales, razón por la cual resulta indispensable también entender la necesidad de elaborar procesos de profunda autocrítica, para reformular la praxis sindical.
Frente a la globalización comercial y la transnacionalización empresarial es pertinente avanzar en la globalización del sindicalismo, debidamente fortalecido y autorreformado.
En este sentido, Sintrainagro es una organización que se reinventó en pleno conflicto armado, enterrando a decenas de militantes todas las semanas, para ser hoy lo que es, el mayor sindicato de trabajadores y trabajadoras bananeras del mundo.
En estos momentos de confusiones ideológicas, Sintrainagro muestra el camino a seguir.