06
Julio
2015
Trenque Lauquen vivencial
Todos para unos y ninguno por fuera de la Atilra
Las llamitas de una gran movilización
En Buenos Aires, Gerardo Iglesias
Trenque Lauquen en mapuche quiere decir laguna redonda o laguna apozada. Allí el pasado lunes 29 arribaron 1.200 trabajadores lecheros de todo el país para brindar apoyo a 30 trabajadores de la planta de Trelau.
A esa localidad fue el sindicato Atilra para defender el convenio colectivo del cual se benefician más de 27 mil trabajadores, y que toda empresa, no importa si es grande, mediana o pequeña tiene que respetar.
Se llega por la madrugada en silencio. Las carpas brotan como hongos y comienzan los primeros fuegos para combatir lo helado y oscuro del lugar.
Todos son trabajadores lecheros. No hay apoyos contratados, ni gestos de respaldo alquilados para esta movilización. Los que allí están dicen presente por conciencia de clase y sentido de pertenencia a la Atilra.
El frío es intenso y cala hasta los huesos, pero la solidaridad de esta gente demuestra tener una piel gruesa y una gran capacidad térmica.
La logística desplegada habla de un sindicato entrenado para los embates de las patronales y la intemperie del clima, que a veces juegan para los mismos intereses.
Pasado el mediodía algunos periodistas se escandalizan por tan indecente presencia e incitan a la gente a que desalojen a los facinerosos, evocando la campaña de limpieza del desierto que a finales del siglo XIX llevó adelante el general Julio Roca contra los pueblos indígenas.
Atilra sabe muy bien quién es quién y cuándo es necesario hablar y cuándo el silencio es la mejor respuesta.
La ideología y estrategia implementadas en Trenque Lauquen hablan de un sindicato curtido, tanto en la lucha como en la negociación.
El miércoles por la tarde llega el acuerdo. Algunos viajarán de regreso más 1.300 kilómetros, con la satisfacción del deber cumplido.
Se ordena que todo quede limpio. Las huellas de compañerismo y solidaridad son evidencias indelebles en la escena de la toldería de Atilra y para la mejor historia de este Sindicato impregnado de tanta mística.
Se llega por la madrugada en silencio. Las carpas brotan como hongos y comienzan los primeros fuegos para combatir lo helado y oscuro del lugar.
Todos son trabajadores lecheros. No hay apoyos contratados, ni gestos de respaldo alquilados para esta movilización. Los que allí están dicen presente por conciencia de clase y sentido de pertenencia a la Atilra.
El frío es intenso y cala hasta los huesos, pero la solidaridad de esta gente demuestra tener una piel gruesa y una gran capacidad térmica.
La logística desplegada habla de un sindicato entrenado para los embates de las patronales y la intemperie del clima, que a veces juegan para los mismos intereses.
Pasado el mediodía algunos periodistas se escandalizan por tan indecente presencia e incitan a la gente a que desalojen a los facinerosos, evocando la campaña de limpieza del desierto que a finales del siglo XIX llevó adelante el general Julio Roca contra los pueblos indígenas.
Atilra sabe muy bien quién es quién y cuándo es necesario hablar y cuándo el silencio es la mejor respuesta.
La ideología y estrategia implementadas en Trenque Lauquen hablan de un sindicato curtido, tanto en la lucha como en la negociación.
El miércoles por la tarde llega el acuerdo. Algunos viajarán de regreso más 1.300 kilómetros, con la satisfacción del deber cumplido.
Se ordena que todo quede limpio. Las huellas de compañerismo y solidaridad son evidencias indelebles en la escena de la toldería de Atilra y para la mejor historia de este Sindicato impregnado de tanta mística.
Fotos: Nelson Godoy