28
Marzo
2016
Con Marlene Gularte
Removiendo piedras y plantando flores
En Montevideo, Amalia Antúnez
Foto: Gerardo Iglesias
“Yo soy esa mujer que escaló la montaña de la vida,
removiendo piedras y plantando flores”*
Cora Coralina
Directora de la Secretaría de la Mujer de la Federación de Trabajadores de la Industria de la Alimentación de Rio Grande do Sul (FTIA-RS) Marlene Terezinha dos Santos Gularte fue la primera mujer en asumir la dirección de un sindicato en su estado. En ocasión del 10º Encuentro de la Mujer de Contac, La Rel la entrevistó para conocer los desafíos que enfrentan las mujeres, los avances logrados y lo que todavía falta para alcanzar la equidad de género en el ámbito sindical.
Fue fundadora del Sindicato de Trabajadores de Santo Antonio y Región en 1989 pero se inició en la actividad sindical un poco antes, a mediados de los años ochenta.
De esa época recuerda los círculos de estudio de la UITA impartidos por Enildo Iglesias y sus comienzos en la actividad sindical apadrinada por Mario Provensi, presidente, en aquel entonces de la FTIA-RS.
“Comencé en la lucha sindical por 1986, como directiva suplente en el Sindicato de la Alimentación de Porto Alegre.
A partir de los círculos de estudio que Enildo dictaba comencé a interiorizarme aún más en los temas sindicales y a ser más activa en mi organización”, dice.
Marlene rememora que cuando se afilió por primera vez a un sindicato, la dictadura brasileña venía en declive pero todavía se sentían sus coletazos.
“En esa época trabajaba en una empresa estatal que era dirigida por un coronel. Cuando se enteró que me había afiliado al Sindicato me impuso como castigo el traslado a una habitación donde quedaba aislada del resto del personal. Permanecía allí las nueve horas y media de mi jornada laboral”, relata.
Ese castigo, lejos de hacerla desistir del sindicalismo, reforzó sus convicciones en la lucha por mejores condiciones salariales y laborales para los trabajadores y trabajadoras y en 1980, cuando la FTIA inició un programa de estudios sindicales con colaboración de la Rel-UITA, Marlene se sumó activamente al proyecto.
De esa época recuerda los círculos de estudio de la UITA impartidos por Enildo Iglesias y sus comienzos en la actividad sindical apadrinada por Mario Provensi, presidente, en aquel entonces de la FTIA-RS.
“Comencé en la lucha sindical por 1986, como directiva suplente en el Sindicato de la Alimentación de Porto Alegre.
A partir de los círculos de estudio que Enildo dictaba comencé a interiorizarme aún más en los temas sindicales y a ser más activa en mi organización”, dice.
Marlene rememora que cuando se afilió por primera vez a un sindicato, la dictadura brasileña venía en declive pero todavía se sentían sus coletazos.
“En esa época trabajaba en una empresa estatal que era dirigida por un coronel. Cuando se enteró que me había afiliado al Sindicato me impuso como castigo el traslado a una habitación donde quedaba aislada del resto del personal. Permanecía allí las nueve horas y media de mi jornada laboral”, relata.
Ese castigo, lejos de hacerla desistir del sindicalismo, reforzó sus convicciones en la lucha por mejores condiciones salariales y laborales para los trabajadores y trabajadoras y en 1980, cuando la FTIA inició un programa de estudios sindicales con colaboración de la Rel-UITA, Marlene se sumó activamente al proyecto.
Un espacio de varones
La educación como clave del cambio
“Mi interés fue in crescendo, motivada por los círculos de estudio de la UITA. Decidí recorrer algunas empresas para conformar sindicatos y fue entonces que el 9 de enero de 1989 realizamos el acta fundacional del Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Alimentación de Santo Antonio y Región que fue homologado recién un año después”, apunta.
Sobre su experiencia como dirigente sindical, Marlene cuenta que tuvo que librar muchas batallas contra la discriminación.
Una lucha que sigue hasta hoy, a pesar de que en su estado –Rio Grande do Sul– hay 12 mujeres presidentas de sindicatos y que ella misma ocupa un cargo dentro de la Federación.
El mundo sindical continúa siendo un espacio de varones, dice.
“Siempre tuve que luchar por mi lugar al sol dentro de la vida sindical”, destaca, y apunta que en sus comienzos era una madre viuda que además de trabajar estudiaba y tenía una triple jornada, como muchas mujeres todavía tienen.
“No fue fácil conciliar mi trabajo sindical con mi maternidad. Muchas veces tuve que sacrificar a mi hija en este proceso, pero siempre consciente que los sacrificios son por causas mayores”.
“Imagínate que aunque suene increíble en estas épocas, el otro día un dirigente sindical me pidió que organizara una charla con los maridos de sus afiliadas para que ellos las dejaran participar de las actividades sindicales. Un absurdo, ¿no?”.
Esta anécdota que Marlene cuenta entre sorprendida e indignada resume lo que luego ella exclama abiertamente: “Es machismo puro. Vivimos en un país libre, somos individuos libres, por qué tienen que pedir permiso las mujeres. Eso es una falta de respeto”, dispara.
Para Marlene todavía falta muchísimo por hacer para que este tipo de situaciones dejen de suceder, dejen de naturalizarse y cree que solamente con una profunda concientización y con políticas de género efectivas se puede cambiar este modelo.
“Es necesario educar a mujeres y a hombres por igual. No basta con tener un día al año en la agenda, los cambios se procesan a diario, luchando, pero sobre todo educando, ahí está la clave”.
Insiste en que los círculos de estudio, que le abrieron el camino en el mundo sindical, son fundamentales para las mujeres y hombres que se mueven en ese medio y que son parte importante de cambios más profundos que se debe iniciar en las estructuras mismas de las organizaciones sindicales para luego extenderse al resto de la sociedad.
“Deberíamos retomar la educación sindical, conjuntamente con Geni (Dalla Rosa) y con Gerardo (Iglesias). Retomar ese espacio que es imprescindible para nuestro trabajo.
Como el Encuentro Nacional de Mujeres de Contac, en el que participamos los días 11 y 12 de marzo, pero dos o tres veces al año. Generar el debate, la reflexión sobre los derechos de las mujeres”.
Sobre su experiencia como dirigente sindical, Marlene cuenta que tuvo que librar muchas batallas contra la discriminación.
Una lucha que sigue hasta hoy, a pesar de que en su estado –Rio Grande do Sul– hay 12 mujeres presidentas de sindicatos y que ella misma ocupa un cargo dentro de la Federación.
El mundo sindical continúa siendo un espacio de varones, dice.
“Siempre tuve que luchar por mi lugar al sol dentro de la vida sindical”, destaca, y apunta que en sus comienzos era una madre viuda que además de trabajar estudiaba y tenía una triple jornada, como muchas mujeres todavía tienen.
“No fue fácil conciliar mi trabajo sindical con mi maternidad. Muchas veces tuve que sacrificar a mi hija en este proceso, pero siempre consciente que los sacrificios son por causas mayores”.
“Imagínate que aunque suene increíble en estas épocas, el otro día un dirigente sindical me pidió que organizara una charla con los maridos de sus afiliadas para que ellos las dejaran participar de las actividades sindicales. Un absurdo, ¿no?”.
Esta anécdota que Marlene cuenta entre sorprendida e indignada resume lo que luego ella exclama abiertamente: “Es machismo puro. Vivimos en un país libre, somos individuos libres, por qué tienen que pedir permiso las mujeres. Eso es una falta de respeto”, dispara.
Para Marlene todavía falta muchísimo por hacer para que este tipo de situaciones dejen de suceder, dejen de naturalizarse y cree que solamente con una profunda concientización y con políticas de género efectivas se puede cambiar este modelo.
“Es necesario educar a mujeres y a hombres por igual. No basta con tener un día al año en la agenda, los cambios se procesan a diario, luchando, pero sobre todo educando, ahí está la clave”.
Insiste en que los círculos de estudio, que le abrieron el camino en el mundo sindical, son fundamentales para las mujeres y hombres que se mueven en ese medio y que son parte importante de cambios más profundos que se debe iniciar en las estructuras mismas de las organizaciones sindicales para luego extenderse al resto de la sociedad.
“Deberíamos retomar la educación sindical, conjuntamente con Geni (Dalla Rosa) y con Gerardo (Iglesias). Retomar ese espacio que es imprescindible para nuestro trabajo.
Como el Encuentro Nacional de Mujeres de Contac, en el que participamos los días 11 y 12 de marzo, pero dos o tres veces al año. Generar el debate, la reflexión sobre los derechos de las mujeres”.
Machismo institucional
Barrera para la integración
Marlene cree que existe una impronta netamente cultural en la discriminación por género, pero no cree que sea lo único que relegue a las mujeres sindicalistas.
“Muchas veces para poder acceder a actividades que las integren, las sindicalistas se topan con la falta de recursos y a veces hasta de voluntad de los representantes locales de algunos sindicatos.
Se topan con lo que se podría llamar el machismo institucional, que niega recursos a las actividades que involucran a sus afiliadas”, indica.
La sindicalista contó que en el 10º Encuentro de la Mujer de Contac se vieron pocas mujeres del sur, a pesar que se hizo un gran esfuerzo, las estructuras sindicales no disponen de un porcentaje de su presupuesto que sea destinado exclusivamente para las actividades de género y “esas son cosas que con voluntad se pueden cambiar”, expresó.
Sobre las grandes diferencias que persisten y la discriminación hacia las mujeres en el mundo del trabajo, la dirigente cree que hay que pasar de las consignas al plano de la acción.
“A igual tarea, igual remuneración, a igual formación, iguales oportunidades, estas cosas tienen que implementarse en los convenios colectivos de trabajo para que de una buena vez se comiencen a respetar”, enfatiza.
Y continúa: “no es posible que las mujeres ganen 50 por ciento o 70 por ciento del salario de un hombre estando en las mismas condiciones, realizando las mismas funciones o a veces hasta teniendo mejor calificación”.
“Nuestra lucha es permanente pero tenemos que empoderarnos más de nuestros cuerpos; de nuestros espacios, sin dejar de ser mujeres. Como dice Cora Coralina, ‘removiendo piedras y plantando flores’”.
“Muchas veces para poder acceder a actividades que las integren, las sindicalistas se topan con la falta de recursos y a veces hasta de voluntad de los representantes locales de algunos sindicatos.
Se topan con lo que se podría llamar el machismo institucional, que niega recursos a las actividades que involucran a sus afiliadas”, indica.
La sindicalista contó que en el 10º Encuentro de la Mujer de Contac se vieron pocas mujeres del sur, a pesar que se hizo un gran esfuerzo, las estructuras sindicales no disponen de un porcentaje de su presupuesto que sea destinado exclusivamente para las actividades de género y “esas son cosas que con voluntad se pueden cambiar”, expresó.
Sobre las grandes diferencias que persisten y la discriminación hacia las mujeres en el mundo del trabajo, la dirigente cree que hay que pasar de las consignas al plano de la acción.
“A igual tarea, igual remuneración, a igual formación, iguales oportunidades, estas cosas tienen que implementarse en los convenios colectivos de trabajo para que de una buena vez se comiencen a respetar”, enfatiza.
Y continúa: “no es posible que las mujeres ganen 50 por ciento o 70 por ciento del salario de un hombre estando en las mismas condiciones, realizando las mismas funciones o a veces hasta teniendo mejor calificación”.
“Nuestra lucha es permanente pero tenemos que empoderarnos más de nuestros cuerpos; de nuestros espacios, sin dejar de ser mujeres. Como dice Cora Coralina, ‘removiendo piedras y plantando flores’”.