11
Agosto
2017
Misión UITA S.O.S Brasil
Con Maximiliano Garcez
Con Maximiliano Garcez
El inexplicable silencio de las calles
En Brasilia, Gerardo Iglesias
Maximiliano Garcez
Maximiliano Garcez es abogado, asesor de la Confederación Nacional de Trabajadores de Comercio y Servicios (CONTRACS) y director de asuntos legislativos de la Asociación Latinoamericana de Abogados Laboralistas (ALAL). Autor de innumerables artículos y activista social, en esta entrevista analizó la realidad “sin precedentes” que vive su país.
-¿Preocupa este momento que vive Brasil?
-Sí. Lo que estamos viviendo es algo sin precedentes y preocupa mucho. En ningún país, ni en el siglo XX ni en lo que va del XXI, hubo una reforma tan radical como la que estamos viendo. Es realmente difícil de explicar.
Ni Pinochet con sus tanques en Chile, ni Thatcher en Inglaterra, ni Argentina con sus 30.000 desaparecidos. Aquí lo que ha desaparecido es la conciencia de la gente, hay un inexplicable silencio en las calles ante la flagrante corrupción en el Congreso Nacional.
-En todos los procesos dictatoriales en el Cono Sur siempre hubo una oposición, la clase obrera organizada fue una férrea opositora. Esto no se ve en Brasil. No solo la sociedad en su conjunto está paralizada, también lo están los sindicatos…
-Falta una reacción contundente. Hay como un sentimiento de que entramos en el juego sabiendo que vamos a perder, que es irreversible lo que está sucediendo hoy y me preocupa mucho esta forma tan ortodoxa que muchos sindicatos están usando para encarar la lucha.
Sabemos que no estamos viviendo en una democracia, pero parece que sí lo estuviéramos, las protestas son aisladas y tibias, casi formales, y la clase política siente poca presión y se envalentona por la creciente impunidad con la que actúa.
Esta reforma laboral fue aprobada porque cuando el Congreso votó el congelamiento de los gastos percibió que no hubo mayor resistencia. Entonces agarró viento en la camiseta y apostó a esta reforma, que también pasó.
-Se falló varias veces: el actual Congreso fue electo también por trabajadores y trabajadoras y ahora no hay conciencia de la gravedad que implica este desmantelamiento legal y de los derechos laborales.
-Los movimientos populares y el movimiento obrero estuvieron muy ausentes en los últimos procesos electorales parlamentarios.
Hubo mucha atención en condenar a la presidenta (Dilma Rousseff) y poca capacidad de los líderes sindicales para elegir una bancada un poco más grande. Con 20 diputados más no se hubiera dado el golpe.
Durante los períodos electorales, acostumbro visitar organizaciones sindicales porque me dedico a escribir sobre el tema. Esta vez consulté a los dirigentes respecto a qué candidato apoyarían.
Las respuestas generalmente eran que el director votaría a uno y que otros trabajadores a otros porque son parientes o vecinos. No hay una unidad de acción, de respaldo a líderes políticos que trabajen para la comunidad. Creo que en eso el movimiento obrero falló.
-Según datos del DIEESE, en promedio los sindicatos brasileños cuentan con unos 4.000 periodistas que trabajan para ellos, un pequeño ejército. ¿No es posible hacer un trabajo de difusión y ser también formadores de opinión? Algo estamos se está haciendo mal…
-Si analizas a los sitios web de sindicatos, federaciones y confederaciones, el número de visitas es muy bajo. Los periódicos digitales de los sindicatos son muy poco interesantes, y ni siquiera los dirigentes leen lo que se publica en esos sitios.
Son poco atractivos por los contenidos y por la forma en que están escritos. Eso deja afuera a los jóvenes, que no se identifican con ellos.
Hace un tiempo organicé un taller con la participación de una joven líder del movimiento estudiantil que logró ocupar más de mil colegios, y ella me comentaba que recibieron muy poco apoyo del movimiento sindical.
Los sindicatos tienen escasa conexión con los jóvenes, con las poblaciones de las favelas, con el lenguaje funk, del rap, movimientos sociales promotores de una ruptura, de un cambio.
-Tengo la sensación de que estamos yendo hacia un proceso de autoritarismo que se va a profundizar, que la criminalización de las protestas sociales va a ir en aumento.
-Sí, y esta es una lucha que la estamos perdiendo casi por nocaut. Ayer estuve en el juicio a un compañero, Rafael Braga, que fue preso por ser negro y por participar en una protesta llevando un producto sanitario que se usa contra los gases lacrimógenos.
Este caso es representativo de la situación institucional de la justicia brasileña: no sólo demuestra su enorme racismo sino también los límites que impone al derecho de reunión y de manifestación, algo central para el movimiento obrero.
Sin embargo, nadie del movimiento obrero se hizo presente para apoyar a este compañero.
-Sí. Lo que estamos viviendo es algo sin precedentes y preocupa mucho. En ningún país, ni en el siglo XX ni en lo que va del XXI, hubo una reforma tan radical como la que estamos viendo. Es realmente difícil de explicar.
Ni Pinochet con sus tanques en Chile, ni Thatcher en Inglaterra, ni Argentina con sus 30.000 desaparecidos. Aquí lo que ha desaparecido es la conciencia de la gente, hay un inexplicable silencio en las calles ante la flagrante corrupción en el Congreso Nacional.
-En todos los procesos dictatoriales en el Cono Sur siempre hubo una oposición, la clase obrera organizada fue una férrea opositora. Esto no se ve en Brasil. No solo la sociedad en su conjunto está paralizada, también lo están los sindicatos…
-Falta una reacción contundente. Hay como un sentimiento de que entramos en el juego sabiendo que vamos a perder, que es irreversible lo que está sucediendo hoy y me preocupa mucho esta forma tan ortodoxa que muchos sindicatos están usando para encarar la lucha.
Sabemos que no estamos viviendo en una democracia, pero parece que sí lo estuviéramos, las protestas son aisladas y tibias, casi formales, y la clase política siente poca presión y se envalentona por la creciente impunidad con la que actúa.
Esta reforma laboral fue aprobada porque cuando el Congreso votó el congelamiento de los gastos percibió que no hubo mayor resistencia. Entonces agarró viento en la camiseta y apostó a esta reforma, que también pasó.
-Se falló varias veces: el actual Congreso fue electo también por trabajadores y trabajadoras y ahora no hay conciencia de la gravedad que implica este desmantelamiento legal y de los derechos laborales.
-Los movimientos populares y el movimiento obrero estuvieron muy ausentes en los últimos procesos electorales parlamentarios.
Hubo mucha atención en condenar a la presidenta (Dilma Rousseff) y poca capacidad de los líderes sindicales para elegir una bancada un poco más grande. Con 20 diputados más no se hubiera dado el golpe.
Durante los períodos electorales, acostumbro visitar organizaciones sindicales porque me dedico a escribir sobre el tema. Esta vez consulté a los dirigentes respecto a qué candidato apoyarían.
Las respuestas generalmente eran que el director votaría a uno y que otros trabajadores a otros porque son parientes o vecinos. No hay una unidad de acción, de respaldo a líderes políticos que trabajen para la comunidad. Creo que en eso el movimiento obrero falló.
-Según datos del DIEESE, en promedio los sindicatos brasileños cuentan con unos 4.000 periodistas que trabajan para ellos, un pequeño ejército. ¿No es posible hacer un trabajo de difusión y ser también formadores de opinión? Algo estamos se está haciendo mal…
-Si analizas a los sitios web de sindicatos, federaciones y confederaciones, el número de visitas es muy bajo. Los periódicos digitales de los sindicatos son muy poco interesantes, y ni siquiera los dirigentes leen lo que se publica en esos sitios.
Son poco atractivos por los contenidos y por la forma en que están escritos. Eso deja afuera a los jóvenes, que no se identifican con ellos.
Hace un tiempo organicé un taller con la participación de una joven líder del movimiento estudiantil que logró ocupar más de mil colegios, y ella me comentaba que recibieron muy poco apoyo del movimiento sindical.
Los sindicatos tienen escasa conexión con los jóvenes, con las poblaciones de las favelas, con el lenguaje funk, del rap, movimientos sociales promotores de una ruptura, de un cambio.
-Tengo la sensación de que estamos yendo hacia un proceso de autoritarismo que se va a profundizar, que la criminalización de las protestas sociales va a ir en aumento.
-Sí, y esta es una lucha que la estamos perdiendo casi por nocaut. Ayer estuve en el juicio a un compañero, Rafael Braga, que fue preso por ser negro y por participar en una protesta llevando un producto sanitario que se usa contra los gases lacrimógenos.
Este caso es representativo de la situación institucional de la justicia brasileña: no sólo demuestra su enorme racismo sino también los límites que impone al derecho de reunión y de manifestación, algo central para el movimiento obrero.
Sin embargo, nadie del movimiento obrero se hizo presente para apoyar a este compañero.
La izquierda y el sindicalismo ausentes
Cuando los pastores ocupan el vacío
Las violaciones de los derechos humanos son la base de estas reformas.
Durante décadas en Brasil hubo un Estado totalitario en las regiones de las favelas, donde las fuerzas públicas hacían y deshacían. Ahora eso está bajando de las favelas a todo el país.
La izquierda ha abandonado a la gente de las favelas, a los negros, a los pobres, a todos aquellos que fueron parte de sus propias bases.
Guilherme Bolos* compara, tal vez exageradamente, al mejor sindicalismo con los pastores de las iglesias pentecostales porque el espacio comunitario que teníamos durante los años 70 ayudaba a organizar a las personas cotidianamente, pensábamos juntos, compartíamos.
Hoy en día ese espacio lo ocupan las iglesias y sus pastores. En general lo hacen para ganar dinero, pero los escuchan, y eso es lo que importa.
Los sindicatos han perdido esa conexión con la comunidad, ese cuidado del otro que ahora muchos encuentran en estas instituciones. Hay un vacío político que dejaron las organizaciones sindicales y que fue ocupado por las iglesias pentecostales.
-¿Qué se hace para salir de esta situación?
-Creo que es necesario elevar el nivel de las protestas. El movimiento obrero tiene que hacer ya mismo borrón y cuenta nueva, arrancar de cero, darse cuenta de que se está en otra época y comenzar a organizar una protesta más creativa e incisiva.
Hay muchas formas de llegar a las personas con pocos recursos, no es necesario mucho para presionar y hacer viral la lucha por los derechos.
Hace poco el movimiento por transporte libre ocasionó un genuino alboroto durante una boda de integrantes de la familia Barata, los “reyes del ómnibus”. La que hubiese sido la boda del siglo en Brasil, no lo fue porque esta protesta generó tanto ruido que tuvieron que suspenderla.
Lo que quiero decir es que se puede hacer mucho más con menos cuando uno tiene conciencia de clase.
Durante décadas en Brasil hubo un Estado totalitario en las regiones de las favelas, donde las fuerzas públicas hacían y deshacían. Ahora eso está bajando de las favelas a todo el país.
La izquierda ha abandonado a la gente de las favelas, a los negros, a los pobres, a todos aquellos que fueron parte de sus propias bases.
Guilherme Bolos* compara, tal vez exageradamente, al mejor sindicalismo con los pastores de las iglesias pentecostales porque el espacio comunitario que teníamos durante los años 70 ayudaba a organizar a las personas cotidianamente, pensábamos juntos, compartíamos.
Hoy en día ese espacio lo ocupan las iglesias y sus pastores. En general lo hacen para ganar dinero, pero los escuchan, y eso es lo que importa.
Los sindicatos han perdido esa conexión con la comunidad, ese cuidado del otro que ahora muchos encuentran en estas instituciones. Hay un vacío político que dejaron las organizaciones sindicales y que fue ocupado por las iglesias pentecostales.
-¿Qué se hace para salir de esta situación?
-Creo que es necesario elevar el nivel de las protestas. El movimiento obrero tiene que hacer ya mismo borrón y cuenta nueva, arrancar de cero, darse cuenta de que se está en otra época y comenzar a organizar una protesta más creativa e incisiva.
Hay muchas formas de llegar a las personas con pocos recursos, no es necesario mucho para presionar y hacer viral la lucha por los derechos.
Hace poco el movimiento por transporte libre ocasionó un genuino alboroto durante una boda de integrantes de la familia Barata, los “reyes del ómnibus”. La que hubiese sido la boda del siglo en Brasil, no lo fue porque esta protesta generó tanto ruido que tuvieron que suspenderla.
Lo que quiero decir es que se puede hacer mucho más con menos cuando uno tiene conciencia de clase.
Fotos: Nelson Godoy
*Investigador y activista brasileño, coordinador nacional del Movimiento de Trabajadores Sin Techo.