01
Junio
2015
Brasil | Sindicatos

El abrazo de Eduardo Galeano a Urabá

En Montevideo, Gerardo Iglesias
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Foto: Bernardo Pérez
En los años 90, cuando se mataba porque sí, porque no y por las dudas y Urabá era la esquina más peligrosa del mundo, la UITA desarrolló una campaña internacional de solidaridad denominada “Urabá, somos todos”. Eduardo Galeano se sumó a ella con la lucidez y el compromiso que lo caracterizaron toda su vida.
En 1996 visité por primera vez la región bananera. Perdida en el profundo norte colombiano, Urabá, a su vez, es parte del vientre del sur, una zona estratégica, próxima a Panamá, surcada por el rio Atrato. El más caudaloso de Colombia y el tercero en navegabilidad del país.

Una región, por lo tanto, apetecible por narcotraficantes, contrabandistas, guerrilleros y paramilitares, actores que, ante la desidia y ausencia del Estado, la habían tomado a sus anchas y antojo, confirmando una vez más que en la política no hay vacíos: el espacio que no se ocupa, es siempre llenado por otros.

Del fuego cruzado nadie estaba a salvo, y como en todo conflicto los muertos en Urabá fueron civiles desarmados: trabajadores bananeros y sindicalistas, en su gran mayoría

En aquellos años de plomo y pólvora, el Sindicato Nacional de Trabajadores de Industria Agropecuaria (Sintrainagro) constituía uno de los escasos baluartes de la sociedad civil organizada y eso no se perdonaba.

Por ello el Sindicato transcurría su tiempo entre masacre y masacre, entre la que acababa de suceder y la que indefectiblemente llegaría. Fueron unas 800 las personas asesinadas ligadas a Sintrainagro, entre trabajadores, trabajadoras y sindicalistas, directores y activistas. 
La campaña Urabá, somos todos
Y todos en su lugar
La campaña se transformó en un punto de encuentro, un espacio amplio y plural de conjunción de voluntades que por aquel entonces –mucho antes del escenario actual de negociaciones en La Habana–ya luchaban por una Colombia en paz y con justicia social.

Esa campaña quitó el manto de silencio que cubría a Urabá. Denunció con la misma intensidad tanto a los diferentes y múltiples actores generadores de violencia como a las políticas neoliberales responsables de acorralar en la miseria a millones de colombianos. Unas políticas menos visibles que el conflicto armado, pero que desempeñaban también un papel desestabilizador y violento.

La iniciativa contó con el respaldo de 345 organizaciones de 62 países. Y contribuimos a la organización de la Semana por la Paz 96 (del 31 de agosto al 8 de setiembre de ese año) junto a la Red Nacional de Iniciativas Ciudadanas por la Paz y Contra la Guerra.

Contactamos entonces a Eduardo Galeano, quien no dudó en sumarse. A los pocos días nos llegaría de puño y letra un texto inolvidable escrito en una servilleta de un bar, de uno de sus caracoles donde se cobijaba en Montevideo:
“Yo soy de los que creen que la violencia no está en los genes de los colombianos ni es el inevitable destino de ese sufrido país. Por eso aplaudo con ganas esta iniciativa de la Semana por la Paz, que ojalá se extienda hasta abarcar el almanaque entero de las mujeres y los hombres de buena voluntad. Urabá, la región más castigada por el baño de sangre, está en el centro de esta iniciativa que necesita, y merece, proyección universal. Ya sabemos, de sobra, que la denuncia de las consecuencias sirve de poco o nada: ojalá esta semana sirva de punto de partida para emprender la lucha contra las causas de la violencia, y que la solidaridad internacional ayude a desmontar, pieza por pieza, la gigantesca maquinaria de la muerte, que tiene la impunidad por combustible, y a la fatalidad por coartada”.
Querido Eduardo: te recordamos, nos haces falta, aunque los fueguitos de tus abrazos nos ayudan a desandar el camino y nos arropan en el frío del desánimo.