El 2015 fue terrible para la transnacional basada en el estado de Misuri. En marzo, una institución dependiente de la Organización Mundial de la Salud declaró cancerígeno para humanos al glifosato, el principio activo del Roundup, el herbicida comercializado por Monsanto para tratar sus cultivos transgénicos.
La Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) ratificaba así estudios científicos que iban en la misma dirección y avalaba la experiencia sufrida en carne propia por decenas de miles de trabajadores agrícolas y poblaciones fumigados con ese producto.