La intervención en Panamá fue particularmente sangrienta. Nunca se sabrá con exactitud el número de muertos. Se habla de un mínimo de 600, y algunas fuentes lo hacen trepar hasta 3.000.
Hubo bombardeos a zonas residenciales, como el barrio El Chorrillo, que fue literalmente destruido.
El Pentágono habló de “daños colaterales”. La invasión sirvió a Estados Unidos para probar armas de última generación, incluidos los aviones “fantasma” Stealth F-117, utilizados por primera vez.