Sólo el año pasado, de los casi 5.000 inmigrantes que murieron asesinados o en “accidentes” y catástrofes de diverso tipo a lo largo y a lo ancho del planeta, 3.500 se ahogaron en este gigantesco ramal del Atlántico que fuera evocado tantas veces como “cuna de civilizaciones”, de acuerdo a datos de la OIM.
De entre las diferentes fronteras Norte-Sur que existen en nuestro mundo ninguna es tan profundamente desigual como el Mediterráneo. Estos náufragos migrantes no tienen el trato, ni el recibimiento parecido al que se le dio hace poco a los cruceristas de un barco de lujo, algunos de ellos extranjeros, que unas semanas antes habían naufragado. De esta gente nada se sabe, son apenas estadísticas. Y van a seguir muriendo como moscas porque nadie quiere cambiar realmente las cosas.
¿Quiénes son los responsables?
“Centrar la respuesta en los traficantes –seres indudablemente odiosos, repugnantes, que esquilman, explotan y hasta violan a otros que están en condiciones de indefensión- es si se quiere muy fácil.
Equivale a sacarse las responsabilidades propias de encima”, señalaron en un comunicado común asociaciones de defensa de los derechos humanos europeas.
Los tratantes de personas son en este caso el último eslabón de una cadena que se inicia mucho antes, que pasa por políticas económicas, por el desangre de países, por guerras provocadas, y que termina en los barcos o en las travesías a través de desiertos, agregaron.