Desde que Cartes llegó al gobierno la propaganda oficial arremete ventilando el ingreso de capitales privados extranjeros, sin que nadie indague su origen ni mucho menos controle su inversión o el tratamiento que dan a la producción y a los trabajadores reclutados, en un país donde ello resulta fácil porque hay más de un millón de mujeres y hombres sacrificados en labores irregulares.
Empresarios brasileños y españoles, fundamentalmente, y también de otros países, incluso de Uruguay en número importante, arribaron en masa al país a observar la plaza, invitados por el mandatario a “usar y abusar de Paraguay”, pero a poco de andar se retiraban por la inseguridad jurídica y el monto de las coimas que debían pagar para operar.
Sin embargo, en el último año han comenzado a retornar e instalarse, atraídos por las ventajas que les ofrece la “ley de maquila” aprobada y que comprende exoneraciones impositivas, bajo costo de la energía (65 por ciento inferior a Brasil, por ejemplo) y una mano de obra barata, con salarios un 30 por ciento inferiores a los del gran vecino.
El Paraguay de hoy es un muy buen amigo de los negocios, se oía opinar a empresarios brasileños en la Exposición Rural de la ciudad de Roque Alonso, periférica de Asunción.
“Es diferente a Argentina, donde hay muchas barreras para la inversión”, dijo uno, mientras Armando Monteiro, ministro de Desarrollo de Brasil, destacó como una ventaja para los inversores la escasa densidad industrial de Paraguay.
Diego Bonomo, gerente ejecutivo de Comercio Exterior de Brasil, subrayó por su lado que Paraguay cuenta con una legislación protectora que da tranquilidad a los inversores. “Es más conveniente producir que importar desde China”, comentó un empresario.