El Estado oligárquico hondureño, concentrado y controlado por unos pocos grupos económicos, sigue sumido en una profunda crisis que trata de ocultar instrumentalizando algunos medios de comunicación, ciertas jerarquías religiosas, las fuerzas armadas y la policía.
Esta crisis es estructural. Se ha agudizado por la penetración del crimen organizado y el narcotráfico, y el Estado, estructuralmente debilitado, ha venido perdiendo soberanía y sometiéndose a la injerencia de la embajada de Estados Unidos y a su Comando Sur.