19
Noviembre
2015
| Mujer | DDHH

La mujer, botín de guerra

En Montevideo, Violeta Lacayo
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Ilustración: CartonClub
Muchas legislaciones ya han incluido al feminicidio como un delito autónomo y tipificado por las características que lo individualizan: ser mujer y que el autor del asesinato sea un hombre o varios. Sin embargo, faltan leyes adecuadas para proteger a las mujeres la violencia de género, y sobre todo una reacción acorde de la sociedad civil.
CEste nuevo delito fue tipificado por la presión a través de campañas de denuncia frente al hecho de que no es normal que una mujer aparezca muerta cada hora en el mundo, o de que cuando una mujer decide hacer algo diferente a lo preestablecido por el patriarcado sea asesinada.

Nos estamos enfrentando a un escenario bélico en el que existen grupos terroristas que expresan su poder a través del secuestro, la violación y la muerte de mujeres y niñas; porque a través de la historia son y han sido el mejor “botín de guerra”.

Siguen siendo las mujeres en edad productiva o económicamente activas las que engrosan las estadísticas del feminicidio.

En todas las regiones del mundo, y en especial en los países más pobres, las mujeres siguen corriendo riesgo de vida en los espacios públicos y privados.

Las trabajadoras afrontan un riesgo particular, por ser las que transgreden las normas del patriarcado al incorporarse a la vida productiva, retar a las reglas del capital al exigir sus derechos para tener condiciones de trabajo y trato laboral dignos, y porque tienen acceso a la información.

El feminicidio refleja también la falta de respuestas del Estado frente al mandato, establecido en todas las constituciones democráticas del mundo, de proteger la vida e integridad de todos y todas, sin distinción de raza, edad, religión o sexo.

No hay respuestas cuando una mujer que sale de trabajar de una maquila aparece asesinada, o cuando llega a su casa y es asesinada por su pareja o su ex pareja, o cuando es asesinada en la vía pública.
Sigue habiendo entonces una complicidad colectiva frente a este hecho, que se refleja con la indiferencia, con el silencio frente a la violencia pública y privada que sufren las mujeres.

Seguiremos siendo cómplices si no lo denunciamos, si no vemos las señales de alerta que el agresor o los agresores envían al entorno social de la propia víctima.

Los partidos políticos, las organizaciones de la sociedad civil y los sindicatos tienen en sus manos una herramienta poderosa para evitar más feminicidios: a través de la denuncia, a través de la información, dirigida no solo a las mujeres sino también a los hombres.

Todo ello con la certeza de que se puede vivir con amor, respeto y armonía luchando por un mundo en equidad, en el que las mujeres también puedan caminar por las calles o decidir con quien compartir su vida, sin temor a correr riesgos.