09
Diciembre
2014

Un picadero de carne universal

Trabajadores norteamericanos ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la OEA

En Montevideo, Daniel Gatti
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Foto: Lucía Iglesias
Estados Unidos y Brasil son dos pesos pesados de la industria avícola mundial. En ambos, las condiciones de trabajo en el sector son muy malas, tirando a pésimas. Con algunas diferencias: en Brasil, las luchas gremiales y las fiscalizaciones y multas por parte del Ministerio Público del Trabajo han logrado frenar algunos de los atropellos más flagrantes de las empresas, mientras en Estados Unidos, la baja tasa de sindicalización, las presiones de las corporaciones y la actitud del gobierno hacen que el panorama sea particularmente oscuro.

A fines de marzo de este año, empleados de la industria avícola estadounidense se presentaron a una audiencia ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la Organización de Estados Americanos (OEA).

Su intención era doble: denunciar las “condiciones inaceptables e inhumanas” en que llevan a cabo todos los días su tarea y hacer que el gobierno desistiera de su plan para aumentar aún más los ritmos de trabajo en la industria y disminuir el número de inspectores encargados de fiscalizar el funcionamiento de las empresas por razones de “ahorro”.

Los reguladores del gobierno respaldan a las grandes empresas, que priorizan a las ganancias sobre las personas", declaró entonces Felicia Tripp, de la organización de sindicalistas negros Coalition of Black Trade Unionists (Coalición de Sindicalistas Negros).

Debería implementarse una norma que mejorara la calidad de vida, no que consolidara lo que ya es inhumano”, agregó.

A velocidad de robot
“40 a 50 jamones por minuto”

Ante la CIDH, los trabajadores avícolas dieron cuenta de situaciones “de infierno cotidiano”, según dijeron. “Todos padecemos de enfermedades que podrían ser perfectamente evitables si se trabajara a un ritmo sostenible para un ser humano, pero se nos exige que seamos casi que robots”, declaró una de las denunciantes.

Según consignó la publicación MintPress News, “los peticionantes señalaron las altas velocidades de procesamiento como la causa directa de la elevada incidencia de lesiones en los trabajadores, particularmente las que se reiteran producto del estrés, como el síndrome de túnel carpiano, una inflamación dolorosa de los tendones y nervios de las muñecas”.

Estudios oficiales y de grupos de control realizados en los dos últimos años encontraron que las tasas de síndrome de túnel carpiano en las industrias avícola y frigorífica de Estados Unidos oscilan entre el 40 y más del 80 por ciento.

"Yo envasaba jamones ocho horas por día, de 40 a 50 jamones por minuto. La cinta de procesamiento se mueve muy rápido y no se detiene", dijo al organismo de la OEA Teresa Martínez, ex trabajadora de un frigorífico de Nebraska.

"Me operé de las manos y dos veces de la espalda. He recibido varias horas de tratamiento pero el dolor no cesa. Mis manos perdieron fuerza y firmeza.

Luego de la operación de la espalda perdí la fuerza en las piernas. Imagínense lo que es estar discapacitado a los 41 años", declaró a su vez Juan Martínez, que laboró en un establecimiento del mismo estado durante ocho años.

Denuncias del mismo tipo se vienen acumulando desde hace años en el país, pero el gobierno no sólo no piensa legislar para reducir la velocidad de procesamiento en la industria sino para aumentarla, en 25 por ciento.

Va a ser algo atroz”, advierte la Coalición de Sindicalistas Negros.

Un sector sindicalmente débil
Alta tasa de inmigrantes indocumentados

La escasa tasa de sindicalización en los frigoríficos en los Estados Unidos es un obstáculo para que las cosas mejoren: menos de uno de cada tres del medio millón largo de trabajadores de estas industrias está agremiado.

"Muchos de estos trabajadores son negros y otros inmigrantes indocumentados recientes. Hemos podido determinar que un gran número de ellos desconoce sus derechos o cómo responder", dijo a MintPress News Omaid Zabih, abogado del Centro de Leyes en pro del Interés Público del grupo de control Appleseed de Nebraska.

“Probablemente esto exacerba una cantidad de problemas más, como el temor a reportar lesiones o a sufrir represalias, el acoso sexual e incluso la ausencia de permiso para ir al baño”, comentó.

En Brasil, la situación no es muy distinta. Brasil Foods (BRF) y JBS, potencias mundiales del sector frigorífico, han sido reiteradamente denunciadas por sus prácticas laborales esclavizantes y degradantes.

La diferencia fundamental con Estados Unidos es que en el país sudamericano la justicia laboral ha actuado y sancionado con multas multimillonarias a las compañías y que los sindicatos son más fuertes y han tenido mucho que ver con esa reacción.

Una de las resoluciones de la justicia laboral brasileña, adoptada en septiembre pasado, reside precisamente en limitar la cantidad de movimientos que un trabajador hace por minuto, con el objetivo de establecer un ritmo sin riesgos para la salud. En las antípodas de lo que sucede en Estados Unidos.

Se trata, comentó en la época el Ministerio Público del Trabajo de Brasil, “de una de las decisiones judiciales más importantes en el país en el ámbito laboral, pues abre un importante precedente para la reducción del ritmo en todas las actividades en que la organización del trabajo se basa en el modelo fordista”, un modelo que, si por los empresarios del sector fuera, tendría aún larga vida.

Publicado por Daniel García