Engranajes expuestos
En la tarde del 22 de enero, William García da Silva estaba limpiando el sector más sucio de sangre y vísceras de la unidad de faena de ganado del grupo JBS Friboi en Coxim, Mato Grosso do Sul.
Él y sus compañeros ya habían advertido al superior que faltaban rejas para aislar componentes peligrosos de una máquina de molienda de huesos y cuernos. Pero las advertencias fueron en vano. Cuando se estiró para limpiar los engranajes de la moledora, su brazo fue violentamente succionado por la máquina.
Completamente solo, se armó de fuerzas para desprender su cuerpo de la máquina y correr hacia el departamento de Recursos Humanos en busca de ayuda. No había ningún enfermero ni ambulancia de guardia.
Afortunadamente, el encargado del sector de faena todavía estaba en su oficina y lo llevó - en su coche privado – a un hospital público, a treinta minutos del frigorífico.
El daño ya estaba hecho: el engranaje amputó su brazo a la altura del codo.
"Si hubiera pasado en la noche, me hubiera muerto, porque al final del día sólo queda el personal de limpieza, que no tiene auto. Tampoco daría tiempo para que llegara la ambulancia”, se desahoga.
William nunca fue entrenado para la tarea que desarrollaba. Antes de ser contratado como asistente de producción en JBS hacía changas como jardinero. En teoría, su misión diaria era abastecer la máquina moledora.
Sin embargo, con la renuncia de algunos empleados, lo seleccionaron para hacer la limpieza del local y de las máquinas, una operación que requiere cuidados específicos.
Durante las dos semanas en que permaneció internado en el hospital, William recibió la visita de un administrador del frigorífico. Consultado sobre si la empresa le había propuesto algún tipo de acuerdo, respondió lacónicamente: “las cosas van marchando”. Poco después confesó que prefiere no hablar de ello.
A los 24 años, dice que no se siente psicológicamente mal. Padre de una beba de ocho meses, lamenta únicamente "no poder sostenerla ni alzarla en brazos”.
El grave accidente que amputó el brazo de William no es un caso aislado en las unidades frigoríficas del grupo JBS, distribuidas en 14 estados de Brasil. La sucesión de errores triviales de seguridad llama la atención porque es la mayor empresa procesadora de proteína animal en el mundo.
Impulsada por los recursos de los bancos públicos, como el BNDES y la Caixa Econômica Federal, JBS generó ingresos netos de 120.000 millones de reales (39.500 millones de dólares) en 2014.
En las últimas elecciones nacionales, superó el récord de donaciones de campaña: 366 millones de reales (120 millones de dólares). Pero la abundancia de dinero y los rígidos protocolos corporativos que llevaron la JBS a la cima de la cadena alimentaria mundial, no parecen reflejarse en el día a día del frigorífico, especialmente cuando se trata de la salud y seguridad de los trabajadores.
Cada día, los empleados de JBS eluden un variado mosaico de peligros. Este es el diagnóstico del Ministerio Público del Trabajo, que promueve una serie de demandas contra de la empresa.
En enero, la unidad de JBS en São José dos Quatro Marcos, en Mato Grosso, entró en la mira del Ministerio por exponer a sus empleados a jornadas excesivas de trabajo en ambientes insalubres - el contacto prolongado con la sangre de una res sacrificada, por ejemplo, aumenta la probabilidad de la transmisión de enfermedades como la tuberculosis.
El organismo federa, exige una indemnización por daños morales colectivos de 10 millones de reales (3.300 millones de dólares). En Rio Grande do Sul, en diciembre pasado el Ministerio de Trabajo y Empleo clausuró maquinaria de frigoríficos de JBS por considerar que ponían en peligro la integridad física de los trabajadores.
En octubre, en el estado de Paraná una fuga de gas amoníaco que intoxicó a 66 personas le costó una demanda de 16,8 millones de reales (5,5 millones de dólares) a la planta de la compañía en San Ignacio.
Episodios como estos ponen en duda el compromiso de JBS de garantizar condiciones adecuadas de salud y seguridad para sus empleados. También revelan la distancia entre la realidad diaria vivida en los frigoríficos y la presentada en los spots publicitarios que la empresa promociona.
Traducción: Luciana Gaffrée
Edición: Rel-UITA